
No es fácil ser Danny Rayburn. Al personaje de la serie “Bloodline” lo interpreta el actor australiano Ben Mendelsohn, con increíble vulnerabilidad y empatía. Danny ha hecho algo terrible en el pasado que nadie en su familia parece perdonarle, sin embargo, es el personaje con quien más me identifico en la serie “Bloodline”, una joya escondida en el cofre revuelto y lleno de altibajos de Netflix, a la que me he enganchado.
Hoy voy a hablaros de un recurso narrativo muy utilizado y eficaz en guion: el poni. ¿Qué es el poni? El poni es el trauma de un personaje, aquel hecho desgraciado que lastra su personalidad y su psique y determina su comportamiento como personaje. Los ponis tienen que ser graves, el de Danny es haber matado por accidente en el mar a su hermana Sarah, cuando eran niños. Sarah era el ojito derecho de su padre. Su madre ha perdonado a Danny. Su padre, no. Esa es la base de “Bloodline”. Sin el poni de Danny, no existiría Danny ni la serie.

El poni de Danny
En “Bloodline”, el padre no perdona a su hijo Danny. Cuando Sarah muere, le da una paliza a su primogénito y le fractura el hombro, años más tarde, Robert Rayburn le pide a Meg, su hija abogada, que cambie el testamento y desherede a Danny. Guau. La familia da el mejor material para escribir ficción.
Como espectadora no puedes evitar ponerte del lado de Danny, por muchos problemas y torturas mentales y una adicción a los analgésicos que arrastre el hombre, ya que sus hermanas lo tratan como a un paria, como a un intruso al que interrogan, aprietan las tuercas, un tipo que siempre tiene que dar explicaciones a su propia familia.
Es cierto que Ben Mendelsohn interpreta a su personaje, con una incomodidad física y mental, un agobio psíquico tan doloroso que traspasan la pantalla. Pese a que Danny es un desastre, lo entiendes. Entiendes que quiera volver a casa, entiendes que esté cansado y vacío, entiendes que se ha hecho mayor, entiendes, a la vez, su miedo a volver a casa, y entiendes esa cansada paciencia con el rechazo de sus hermanos, y la cerrazón de su padre. De hecho, solo su madre le tiende una mano y le ofrece un trabajo en las excursiones de buceo con los clientes del hotel.
-Sigue siendo mi hijo-dice Sissy Spacek.
Sus ojos son sus mejores armas de interpretación.

El poni en Danny es tan importante porque el tema de la serie es que las tragedias del pasado no se pueden reparar, ni borrar, porque el pasado no se puede rebobinar ni cambiar un accidente: la muerte de la dulce niña Sarah, y seguir adelante como si no hubiera pasado nada.
El slogan de la serie es: “No somos mala gente, aunque hayamos hecho algo malo”.
La frontera entre el bien y el mal, el límite ético borroso entre la culpa y la fatalidad, el no querer hacer daño y hacer daño, están muy bien contados en la primera temporada de la serie.
Puedes ver “Bloodline” en Netflix.

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Escritora. Autora junto con Gonzalo Toledano del libro “Cómo crear una serie de televisión” (Ediciones T&B) y “El verdadero tercer hombre” (Ediciones del Viento) “Los crímenes de Atapuerca” (Caligrama)
Periodista de RTVE.