
Viendo la serie documental «Una ola de 30 metros», te das cuenta de lo importantes que son los fotógrafos y cámaras para documentar las hazañas de los surfistas de grandes olas. Conocemos a todo un personaje, Mike, un cámara que se accidenta grabando el espectáculo y gestas de los que cabalgan olas de 20, 30 metros, se rompe la espalda y vuelve al tajo en silla de ruedas, arrastrando su cuerpo gracias a la fuerza de sus brazos con las muletas, casi sin poder andar. Brutal.
Mike trabaja con Garret, y con otros surfistas. De repente, eres consciente de lo importante que es captar una imagen buena de ese acto tan efímero que es surfear una ola gigante, que dura diez segundo, quince segundos. Y luego nada, como alguien no lo haya grabado, no sirve de nada volar por una ola de 30 metros en Nazaré. Que se lo pregunten a Andrew Cotton.

Los fotografos y cámaras siguen en sus viajes en busca de olas grandes a los surfistas y acaban formando equipos.

Como dice Garret:
-La imagen es la prueba de lo que has logrado hacer. Sin la imagen, no tienes nada.
En el «Nazaret Challenge», Kai Lenny gana a Cotty porque su cabalgada sale en un vídeo. Cotty está su izquierda, fuera de campo, sobre todo porque, en ese mismo instante, se produce el peligrosísimo accidente que sufre Alex Botelho, cuyo cuerpo queda a la deriva en el océano Atlántico.
Surfear o morir
Hugo Vau es otro accidentado ese día funesto. Las olas mastodónticas se lo tragan para luego escupirlo como la pipa de una uva. Para él, Nazaré es la mejor escuela de humildad de la vida. Como dice Chicharro, uno de los conductores de motos acuáticas que rescatan a los surfistas:
–Ves cómo la naturaleza derriba al hombre. Te das cuenta de su fragilidad.


Alex Botelho, colega de Hugo, estuvo a punto de morir en Nazaré, ese entorno tan peculiar situado en Portugal. Junto a una playa paradisiaca, hay otra donde se forman olas descomunales, en el Cañón Norte. El ojo del faro separa ambas playas que conviven como si no pasara nada. Desde lo alto del faro decenas de fotógrafos y curiosos menudean y avizoran lo que sucede la playa de la derecha. Se masca la tragedia.
En la playa de la izquierda, los turistas, sobre todo españoles, se mojan los pies plácidamente en el mar tranquilo. A sólo cien metros el océano muta y se vuelve furioso, descomunal, iracundo. Ahí es donde Garret y los suyos se juegan la vida en la temporada de oleaje.
Vientos y corrientes impelidos por un desfiladero submarino en playa Norte. Desde el récord de McNamara en 2021, otros surfistas lo han batido y lo batirán en el futuro. Cada temporada se congregan más surfistas para jugar a la ruleta rusa del surf.

-El miedo es algo que puedes elegir o no-dice McNamara.
-Vives una vida alucinante si te dedicas a surfear olas gigantes -añade.
Los surfistas bajan por montañas de agua aguijados por la inminencia de una avalancha descomunal de agua. El ser humano se reduce a su pequeñez. Y eso hace toda la movida tan impresionante.
Puedes ver «Una ola de 30 metros» en HBO.
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