«Amor en el espectro autista»: los últimos románticos de la Tierra

Estoy enganchadísima a la serie documental de Netflix, «Love on the Spectrum». La serie trata de varios chicos y chicas, con autismo, que están solteros y buscan el amor. Este tipo de programas de citas, con gente ‘normal’, me dan ganas de vomitar. Sin embargo, en este caso, aflora mi romanticismo por la empatía, ternura, candidez e inocencia que destilan cada uno de sus protagonistas, que hablan de sus sentimientos y expectativas sin filtro, sin malicia, sin cinismo. Es el amor de los chicos autistas.

Los chicos autistas traspasan la última frontera del amor, vulneran la barrera del amor que se muestra desnudo e ingenuo, que hace gala de su romanticismo profundo, sin complejos. Pese a todas las dificultades, barreras, prejuicios, tabúes, estereotipos y clichés que tienen que soportar los protagonistas, al final ver «Love on the Spectrum» es una auténtica delicia e implica recuperar el romanticismo perdido.

La serie de Netflix se basa absolutamente en las personas que la protagonizan. De todos los chicos que están en el espectro autista, mi favorito por su honestidad y sentido del humor es Michael.

El amor de los chicos autistas

Michael es un chico de 26 años, quien aún vive con sus padres, le gusta ver la tele, y es budista. Es un tío gracioso, y lleno de candor, que te dice lo primero que se le pasa por la cabeza, y te ríes y conmueves con su ingenua amabilidad y claridad mental para expresar lo que quiere.

Michael es dulce y respetuoso. Está chapado a la antigua. y le gusta vestir de traje.

Michael dice que tener 26 años y aún vivir en casa de sus padres es un asco. Si quiere tener novia, tiene que irse a vivir solo y contar con casa propia. Cuando el periodista le pregunta cómo se siente, porque Michael va a ir un bar de citas rápidas con chicas normales, (y también alguna autista) con su historial de mala suerte en el amor, el joven confiesa que se siente como un muñeco abandonado en el armario, con el que ningún niño quiere jugar, como Woody en «Toy Story», mientras ve cómo otros juguetes se lo pasan pipa.

Michael quiere tener novia, quiere formar una familia, y dice que se sentirá un fracasado si no lo consigue. Michael lleva el corazón fuera del pecho. Es genial. Es

Michael con su chica, Heather, quien también es autista.
Una de las parejas se compromete y se casa.

Las secuencias relativas al evento de citas rápidas en el que participa Michael son descacharrantes. Las conversaciones de Michael, sus esfuerzos por conectar con las chicas, sus caras y salidas son cómicas y tiernas.

Lo más sorprendente en «Love on the Spectrum» es que todos los participantes quieren enamorarse de verdad y ser correspondidos en el amor al contrario de muchos realitys de citas normales en la que los protagonistas quieren lucir abdominales, culos, tetas, conseguir un hueco en el «Sálvame» de turno, conseguir a un agente, subir de seguidores en Instagram y hacer bolos por discotecas de media España.

No, no es así. El amor aún tiene sentido para estos chicos y chicas autistas. No lo han ensuciado. No lo han corrompido. Su vulnerabilidad y sinceridad me conmueven.

Netflix acaba de estrenar la segunda temporada. Estoy de celebración gozosa porque me lo paso bomba con Michael y su sinceridad friki, su gusto por los trajes y por bailar el vals, por llevar un regalo que cree que le gustará a su chica, y por su delicadez de caballero decimonónico, por su humor. Michael dice que, aunque le ha elegido Heather, una chica autista, hubiera preferido hacer pareja con Taylor, una chica rubia tipo californiana buenorra. Su madre le dice que no se lo diga a Heather mientras se parte de risa.

Además Michael tiene inquietudes espirituales: es budista, y hace meditación. ¿Qué chico protagonista en un programa de citas es espiritual? Me meo.

Cuando Michael sale con Heather y la lleva a una estupa budista, confiesa sentirse muy ilusionado, y antes durante la cena en un restaurante agradable, muestra su increíble delicadeza, su acendrado romanticismo combinado con una franqueza poco común en otros especímenes masculinos.

Los protagonistas de «Love on the Spectrum» tienen TEA, pero cada uno en un grado diferente, poseyendo distintas personalidades. En la serie documental, destaca su individualidad, su diferenciación como personas humanas únicas. Algunos de los protagonistas son bisexuales pero el tema se trata con absoluta normalidad, sin darle ninguna importancia. En cualquier otro reality de citas le habrían dado el amarillismo correspondiente, buscando sacar tajada a cualquier precio.

Otro protagonista que me chifla de «Love on the Spectrum» es Ronan, un chico autista, muy dotado para la música, que toca la tuba en una orquesta, y le gustan tanto las carreras de coches que trabaja como voluntario en un circuito automovilístico australiano.

Australia nunca ha salido tan bonita, Sidney jamás me ha parecido tan mágica, con su bahía refulgente, sus puentes iluminados en la oscuridad, y sus altos rascacielos plateados bajo la luz de la luna.

Una maravilla.

Puedes ver las dos temporadas de «Love on the Spectrum» en Netflix.

El amor de los chicos autistas.

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