Hacía tiempo que Roman Polanski quería hincar el diente a la historia del caso Dreyfus, una buena historia se mire por donde se mire. Dicho caso es muy célebre en Francia por el escándalo que supuso y la deshonra, descrédito de la jerarquía militar gala. A finales de 1894 se acusó a Alfred Dreyfus, un oficial judío del ejército francés, de alta traición y de vender secretos miliatres al enemigo, Alemania. Dreyfus fue juzgado y condenado a cadena perpetua en La Isla del Diablo. Sin embargo el capitán de origen alsaciano, sobre quien pesó un marcado antisemitismo y la corrupción de la cúpula militar francesa, era inocente. Sus superiores le había convertido en un chivo expiatorio.

La injusta condena a Alfred Dreyfus dividió a la sociedad francesa y también destapó los males endémicos que aquejaban al ejército francés, ya en una franca decadencia que culminaría vergozonsamente en su actuación pusilánime ante el ejército nazi de Hitler. Pero el caso también impulsó uno de los textos fundacionales del periodismo moderno: Yo acuso de Emile Zola. Los ecos de aquel escándalo aún llegan hasta nosotros, prueba de ello es el tremendo éxito que tuvo la película en Francia.
Sin embargo, como reconocía el mismo Polanski en una entrevista, el guion presentaba un escollo difícil de sortear. En el caso, si cojemos a Dreyfus como protagonista, no hay acción. Se le acusa, juzga y condena a la prisión de La Isla del Diablo. ¿Y qué hace Dreyfus en la Isla del Diablo? Nada. Está encandenado a una cama. No hay movimiento, no hay trama, no es un personaje activo, no hace progresar la historia ni se enfrenta a sus giros porque la trama como el mismo personaje no se mueve. A Polanski le daba una pereza negra contar la historia desde el punto de vista de Alfred Dreyfus. Tenía que encontrar otro punto de vista, otro personaje que fuera protagonista.

Polanski y Harris, después de darle muchas vueltas, encontraron el punto de vista que necesitaban. Un descubrimiento, ¡eureka!, un momento mágico de plenitud en el que todas las piezas sueltas del puzzle del guion encajaron de repente. Los guionistas deciden contar la historia desde el punto de vista de Picqart, el oficial que dirige la investigación sobre el caso de espionaje, quien fuerza un nuevo juicio, encuentra al verdadero culpable, y exonera a Alfred Dreyfus. La acción detectivesca la lleva a cabo Picqart en París, donde cuestiona las pruebas grafológicas presentadas en el juicio contra el capitán judío, hace nuevos análisis periciales científicos y se enfrenta a la cúpula militar francesa a la que deja con el culo al aire, pagando un alto precio por ello.

El oficial y el espía es una historia donde aparentemente está muy claro el protagonista: Dreyfus, con el objetivo de contar un caso que lleva su nombre. Sin embargo Roman Polanski y Robert Harris, los guionistas, eligen a otro protagonista, Picqart, el oficial que investigó el misterio. Así, Dreyfus se queda como un personaje secundario más lejos de la trama principal en París.
Cambiar el punto de vista determina la forma de contar la historia hasta la raíz. Por ejemplo, la película Desde mi cielo basada en la novela homónima de Alice Sebold tenía el punto de vista de la niña asesinada a manos de un pederasta. Películas como El sexto sentido, Las cenizas de Ángela, eligen puntos de vista nada obvios, originales, que engrandecen las historias que cuentan.

El oficial y el espía, -así se llamo la película en España-trata de la verdad, de la forma de elaborar una verdad y de cómo una supuesta verdad se cuenta. En el fondo las últimas películas de Polanski tienen el mismo leit motif: la persecución de un hombre inocente.
Empezamos a escribir pero no funcionaba. Tratamos de contar la historia desde su protagonista. Nuestros esfuerzos se centraban en Dreyfus. Pero comprendimos que el problema era centrarnos en él porque lo que resultaba interesante en este caso tuvo lugar en París mientras él se pudría en la isla del Diablo. ¿Qué podemos contar desde ese confinamiento? Le encadenaban por la noche, le liberaban por la mañana. Y a Robert Harris se le ocurrió contar la historia desde el punto de vista de Picqart. Me pareció muy buena idea, pero yo hacía mucho tiempo que no trabajaba y le dije que tenía que hacer una película para ganarme el pan. Me dijo: “haz otra película mientras yo escribo el libro.” Es lo que hicimos. Rodé “La virgen de las pieles” y él publicó “El oficial y el espía”. Harris suele escribir sobre acontecimientos históricos y hace investigaciones a fondo. Eso facilitó la reescritura del guion.

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El caso Dreyfus y el punto de vista.
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Escritora. Autora junto con Gonzalo Toledano del libro “Cómo crear una serie de televisión” (Ediciones T&B) y “El verdadero tercer hombre” (Ediciones del Viento) “Los crímenes de Atapuerca” (Caligrama)
Periodista de RTVE.