Sinopsis

A Miriam Sinaloa, una estudiante de 16 años que visita el yacimiento de Atapuerca, la asesinan dentro de la Sima de los Huesos. El caso más sobrecogedor de Atapuerca.

La inspectora Luisa Baeza dirige la investigación del asesinato de la adolescente mientras se enfrenta a una profunda crisis personal y se obsesiona con un caso en el que busca una redención.

Hay secretos que no puedes enterrar para siempre.

Capítulo 62

30 de mayo de 2019. 16 días antes del asesinato. Burgos

Desde el quicio de la puerta del laboratorio miro arrobada a Andrea. Anticipo con ilusión en el escenario de mi mente nuestro encuentro. Estar enamorada me hace sentir más viva, flotante y feliz, como si me hubieran inyectado oro en las venas.

Dani, geólogo, analiza los minerales que hay en los sedimentos utilizando la técnica de la difracción con rayos X. Jordi, flequillo largo, ojos verdes que hacen juego con el color de sus zapatillas New Balance, saca una reproducción de parte de la mandíbula de cráneo de un Homo antecessor extraído del TD6 de la Dolina ante un grupo de estudiantes de doctorado de la Universidad Carlos III de Madrid.

—La mayoría de los restos que quedaron escondidos de la prehistoria han desaparecido. ¿Por qué?

—Por el suelo —dice un chico altivo que se cree la última Coca-Cola en el desierto—. Un alto pH2 descompone los huesos, que se acaban mezclando con los sedimentos. Si vemos que hay calcio, potasio, estroncio, deducimos que había huesos.

—Y otras veces las raíces de plantas y árboles roban los minerales de los huesos y los pulverizan.

Al fondo, pendida sobre el visor del microscopio electrónico, Andrea acerca su cabeza a Esther, una becaria, una chica avispada y guapa con una lánguida melena morena que le llegaba hasta el culo, nariz patricia y un aire de seguridad en sí misma que le venía desde la cuna. Tenía una desenvoltura que yo nunca llegaría a poseer ni después de siete de reencarnaciones. Parecía una nínfula de quince años de las que le gustaban a Humbert Humbert, aunque tenía veinticinco años. Tras su sonrisa de cordera dulce oculta unas ansias de poder y éxito feroces que Andrea es incapaz de ver. Está prendada de la chica. Ella disimula con la astucia artística de los trepas. Unos celos negros me devoran.

—¿Este cuchillo de piedra era roca metamórfica, sedimentaria, ígnea?, ¿de dónde procede?, ¿lo dejaron cerca o lejos de la Dolina? —pregunta Andrea.

Esther levanta su mirada de tierna Bambi y me ignora, pese a que me ha visto entrar. Hace como si yo fuera alguien demasiado insignificante como para prestarme atención.

—Es sedimentaria. La dejaron lejos de la Dolina.

—¿Por qué?

—Porque los Homo cazaban y despiezaban sus presas lejos de la cueva. Luego llevaban la carne al resto de homínidos.

—Chica lista.

Un punzón me raja lento y cruel las paredes internas de mi estómago. Siento un agudo dolor en mis venas.

Esther se solía quejar del poco resultado que lograban excavando en la Dolina.

—¿Falta mucho para llegar al nivel que tenga algo?

—Veinte centímetros —respondió Jordi, que después de veinte años trabajando en Atapuerca tenía el culo pelado.

A la semana, otra vez.

—¿Pero falta mucho?

— Veinte centímetros.

—¿Siempre faltan veinte centímetros?

—¿Preguntas o afirmas?

Andrea y Esther volvieron a inclinarse por turnos sobre el visor del microscopio electrónico.

—Mira esta marca que tiene el cuchillo. ¿Qué te dice?

Martirizada por los celos, deshice mis pasos, desamparada. Recorrí los pasillos con un manto de soledad posándose sobre mis hombros. Andrea no me quería. ¿Cuándo iba a aceptarlo?, ¿cuándo dejaría de engañarme a mí misma?

Tres horas después, Andrea mete un euro en una máquina de Coca-Cola y espera a que le devuelva una lata con la chispa de la vida y veinte céntimos. Lo primero lo hace, pero lo segundo no. Pulsa el botón al lado del mecanismo metálico para meter las monedas. Pero la máquina se ha tragado su cambio.

Manguta.

Nuria Verde
El caso más sobrecogedor de Atapuerca

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El caso más sobrecogedor de Atapuerca.

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