caso Atapuerca

Sinopsis

A Miriam Sinaloa, una estudiante de 16 años que visita el yacimiento de Atapuerca, la asesinan dentro de la Sima de los Huesos. Es el caso Atapuerca.

La inspectora Luisa Baeza dirige la investigación del asesinato de la adolescente mientras se enfrenta a una profunda crisis personal y se obsesiona con un caso en el que busca una redención.

Hay secretos que no puedes enterrar para siempre como en las mejores novelas negras los crímenes.

Capítulo 66

El bosque de encinas se agita inquieto por el viento fuera de casa. Hace una noche preciosa. Un cielo punteado de estrellas, una luna llena como un globo de luz proyectan un halo misterioso y mágico sobre el jardín.

En la cocina reina el alivio entre nosotros. Andrea ya no tiene esa cara de preocupación que me mortificaba. Ya han puesto en libertad a Max. Han detenido al novio de Miriam, un pájaro de cuenta que traficaba con drogas en su instituto.

—Pronto estará en la calle. No le va a pasar nada —dice Manu.

—En Gran Bretaña son responsables penalmente a los catorce años —digo yo.

—Eso me parece una burrada —dice Helena.

—Bueno, si te hubieran matado a tu hija, no te parecería tan burrada —ataja Sebastián.

Estamos arracimados en la cocina bajo la luz vainilla de la lámpara del techo. Helena se ha peleado con Sebastián. Saltan chispas entre los dos.

Tras una mirada seria, cargada de reproches de ella, Sebastián aprovecha para bajar a la bodega y subir una botella de whisky Macallan.

Saca vasos del armario de la cocina, hielos del congelador, extrae los cubitos y los echa en los vasos. El whisky color ámbar hace crujir el lecho de hielo cuando lo toca.

Hoy he cocinado merluza con gambas al horno. También he asado patatas envueltas en papel de plata. Ahora quito el envoltorio de cada patata y echo un pegote de mantequilla en sus hendiduras abiertas. La mantequilla se funde sobre el lecho carnoso y amarillo de las patatas, que humean. La cocina se satura de un olor delicioso. La tripa me ruge de hambre. Estoy famélica.

Cenamos en la cocina. A nadie se le ocurre proponer comer en el comedor por la pereza de tener que poner la mesa, colocar el mantel, llevar las copas. El salón es demasiado solemne. Estamos cansados. Esta noche nos apetece algo más informal.

Mientras charlamos y ponemos la mesa, partimos el pan, preparamos la ensalada y el aliño y abrimos botellas de vino, nos sentimos cómplices, más unidos que nunca. Una calidez cariñosa flota en el ambiente. Yo me alegro. Sebastián, Manu, Helena y Andrea se han convertido en mi familia, una familia que nunca he tenido.

De pie nos tomamos el whisky que Sebastián nos ha servido mientras vemos el telediario en la tele.

—La policía ha detenido a Marco Herráiz, novio de Miriam Sinaloa, la chica de dieciséis años asesinada el 15 de junio de este año en la Sima de los Huesos en Atapuerca. El caso ha conmocionado al país. Según fuentes policiales, Marco puso el perfil de su novia en una web en la que hombres anónimos pujaban por la virginidad de chicas menores de edad. En dicha plataforma están implicados políticos, empresarios y personalidades de las altas esferas, según la policía. Las mismas fuentes policiales aseguran que se va a rastrear la identidad de los hombres que han participado en la subasta.

El caso Atapuerca

En la tele salen las fotos pixeladas de chicas de trece, catorce, quince, dieciséis años, adolescentes con aire aniñado, sonrientes, vestidas con vestidos y tops escotados, aunque sus caras no se reconocen.

Joer, qué asco —dice Helena.

—Y no les pasará nada —apunta Andrea.

—Eso es lo peor —dice Sebastián mientras se lleva un trozo de merluza a la boca que ha picado de la bandeja de barro que acabo de sacar del horno—. La impunidad.

En su habitación del hotel NH, Luisa también ve el telediario de Televisión Española, que presenta Carlos Franganillo, mientras se come un sándwich de pollo con mayonesa caliente y lechuga y tomate y bebe una cerveza Heineken que ha pedido al servicio de habitaciones. La inspectora se acaba de dar un baño caliente acompañada de un whisky Macallan. Ahora siente un agradable hormigueo en todos los músculos de su cuerpo. Le embarga una tensa euforia.

Luisa sabe que debería buscarse un apartamento en Burgos, pagar un alquiler como Dios manda y mudarse cuanto antes y parar la sangría económica que supone vivir en un hotel. Es verdad que el NH le hace un precio por ocupar la habitación a diario, pero aun así le sale caro. Es un gasto que no puede permitirse. Pero a Luisa le da una pereza espantosa ponerse a buscar piso, amueblarlo, comprar el menaje, los utensilios de la cocina, ella, que no cocina y odia lo doméstico. En cambio, adora la sensación de resplandeciente libertad que tiene al vivir en un hotel. El anonimato, la asepsia, la comodidad, la ausencia de cosas personales y recuerdos, la falta de preocupaciones prácticas. Además, tiene todas sus cosas en Madrid. De momento están muy bien allí. Aún no le ha abierto el piso a Tomás para que se lleve sus cosas. Que sufra un rato más. Que se cueza en su propio jugo.

A las nueve y media de la noche, Carla queda con Rafael Espejo en el parque junto al Templete de Música. «Está más viejo», piensa cuando lo ve llegar. Alto, vestido de Indiana Jones, con cara de perro perdiguero, bigote blanco, la coronilla le clarea, nariz romana. Rafael se sienta a su lado. Evita mirarle a los ojos.

—Hola.

—Cuánto tiempo.

—Siento mucho tu pérdida, Carla.

—Gracias.

—Esmeralda te iba a llamar, pero no se atrevía a molestarte en tu dolor.

Carla levanta la mano en un gesto que dice: «Para. No sigas». Rafael se calla. Se mira avergonzado sus zapatos. ¿Qué había sentido? Alivio porque no fuera el cadáver de su hija el que hubieran encontrado en la Sima de los Huesos. Laura también excavaba en Atapuerca. Era arqueobotánica.

—La policía está investigando a Marco. Me ha dicho la inspectora Baeza que no se fía del odontólogo forense, José Jiménez. Que se equivocó con Max. ¿Podrías hacer un examen forense de la mordedura?

Se hace un silencio entre ellos.

—Lo que me cobres no me importa.

—Nada.

—No, cóbrame, Rafa. No quiero abusar.

Él menea la cabeza con un gesto de negativa.

—Por los viejos tiempos.

—¿De verdad de la buena?

—Por los viejos tiempos.

—Gracias, Rafa.

—Lo que no entiendo es por qué Baeza no tira de Nico.

—¿Quién es Nico?

Nuria Verde, autora de la novela "Los crímenes de Atapuerca"
El caso Atapuerca

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