Málaga 82. Pan comido

Málaga 82

Málaga 82. Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. Málaga 82. Pan comido.

Capítulo 12

Pablo, Pablito, Pableras, Pablete, Poli, Pablito clavó un clavito, de todas esas formas le llamaba su padre, ahora deprimido y encerrado en casa, a Pablo quien, alto, rubio, con granos- el acné le está matando y eso que se inunda la jeta todas las mañanas de la pomada Clerasil- espera a lomos de su Ducati, a que suba Margarita la cuesta del colegio para preguntarle lo que ha ensayado millones de veces en su cabeza: Vienes a mi fiesta del viernes?

-Es pan comido-dice el Richard, a quien las tías le apartan con un palo por su halitosis de largo alcance.

Pero Pablo tiene tanto miedo a ser rechazado, tanto pavor al dolor. De repente, un obús cae en su corazón y deja un cráter humeante de dimensiones cósmicas.

El chico de quince años se pone las manos sobre los muslos enfundados en un vaquero láser que le trajeron los Reyes las pasadas de navidades porque le tiemblan y le sudan, y le da palo-pánico quedar con un pringao delante de ella. Pablo se las frota contra la basta tela. La garganta se le contrae por el horror, ese olor, el corazón le palpita aceleradísimo, ese olor, ese puto olor, se levanta de la moto para marcharse de allí pitando. Huele a semen, joder. Me cago en. Esta mañana se ha manchado y los vaqueros… y el papá no pone una lavadora desde el Jurásico.

Pablo trata de esquivar a Margarita como sea, asustado, pero su melena rizada y miel, su cintura cimbreante, su carpeta con fotos de Duran Duran, Rio, Hunger Like a Wolf, ah, ¡cómo le gustaría parecerse a Simon Le Bond. ¡Seguro que Simon Le Bond no huele a semen!

-Hola-dice él con una sonrisa de oreja a oreja que le duele en las comisuras, arrastrándose sobre la Ducati torpe y doliente.

-¿Qué pasa?

Ella sigue andando. Cree que solo quiere saludarla. Mierrrrrrdaaaaa. ¡Qué guapa está! Labios rojo, olor fragante en el cuello. No como él.

¿Vienes a mi fiesta del viernes?-pregunta Pablo, atropellado, nula convicción, para nada en plan Simon Le Bond como había ensayado en su cabeza un millón de veces, un trillón de veces delante del espejo de su habitación. ¡Pan comido! ¡Y una polla en vinagre!

Margarita mira al cielo y deja una estela de un desdeñoso “Paso” tras de sí con una sonrisa de ángel caído del cielo.

¡Será zorra!

-¿Por qué?

-Me aburren las fiestas.

Pablo mortificado-crucificado, se queda ahí clavado ahí sobre su Ducati, no tiene ánimo para ir detrás de ella como un mono de feria sobre la moto. Un ridículo que te cagas. Y ella lo ha visto. Se ha dado de que Pablo es un pringao como El Richard. Seguro que había olido su olor a semen en sus Levi’s láser. Era una putada que mamá hubiera tenido una pelotera con papá y se hubiera marchado a casa de la tía Inma. Papá y Marco y el no se arreglaban. Había un desbarajuste de ropa y de todo que te cagas.

Desde que estaban las cosas tan mal en casa, Pablo no tenía ganas de llegar a su piso de la calle Bolivia, y ver a Papá deprimido, con un vaso de whisky en la mano, viendo su colección de videos de El hombre y la tierra, mamá puso el grito en el cielo cuando vio que papá había comprado ese taco de vídeos, que para qué querían ellos El hombre y la tierra, me cago en, cuando le había dicho mil veces que ella lo que quería era cambiar los azulejos coloraos de la cocina.

Málaga 82. Pan comido
Nuria Verde escritora

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