El arte de sobrevivir a la infancia

Tengo una amiga adolescente que se corta. Está de moda en las redes. Muchas chicas lo hacen, dice. No lo vive como algo dramático aunque lo es. Un grito de desesperación y de perturbación emocional. Amy Adams la actriz que interpreta a Camille Preaker, la periodista de Saint Louise, también lo hace en la serie “Heridas abiertas”. Camille se corta a sí misma porque no puede con la vida. Camille tiene tantos demonios interiores que podrían montar su propio infierno. Recuerda a otra protagonista, Alison, interpretada por Ruth Wilson, en la serie The affair, que también se cortaba para aliviar su dolor emocional: Alison, interpretada por Ruth Willson. Alison había perdido a su hijo, Gabriel, quien se ahogó en el mar. Camille ha perdido a su hermana, y como ella le contesta a John Keene cuando este le pregunta si alguna vez superas la muerte de una hermana (una de las niñas asesinadas en Wind Gap era la hermana de John): te podría decir que sí pero sería mentira. El arte de sobrevivir a la infancia.

Camille trabaja como periodista de sucesos en un periódico de Saint Louis. De repente, Curry, su redactor jefe, le encarga escribir un reportaje sobre el asesinato de una niña en Wind Gap, su pueblo natal. Camille se niega como gato panza arriba, ya sabe la lata de gusanos que se abrirá si vuelve de donde se marchó para siempre, pero al final acepta. Curry le dice que quizás así podrá calmar sus demonios interiores. Camille conduce mientras se mete en el cuerpo una botella de vodka. “Heridas abiertas” promete.

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Adora, con sus dos hijas.

En “Heridas abiertas” hay influencias muy claras de David Lynch, de sus dos ramas artísticas: “Terciopelo azul” y “Twin Peaks”. Pero también está presente Roman Polanski, y sus angustias existenciales en el personaje alienado de Camille, una fantástica Amy Adams, quien levanta la serie y hace mesmerizante e hipnótica a Camille Preaker. También se intuye la huella de los escritores Thomas Bernhard, Faulkner y Carson McCullers, quienes dejan su impronta en esta historia de una familia perturbada, disfuncional y loca perdida, de la que no se puede arrancar ni una brizna de afecto ni calidez en un pueblo del sur de Estados Unidos, claustrofóbico y deprimente.

Recuerda mucho a la atmósfera malsana e inquietante de “True Detective” en su primera temporada.

Santos, mi productor en Television Española, fue la primera persona que me habló de “Heridas abiertas” hace tres años en un pasillo de Torrespaña. Le pregunté de qué iba.

-De personas como nosotros.

En ese momento yo estaba pasando por una grave depresión. Solo ahora he comprendido lo que quería decir Santos.

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Con una madre neurótica e hipocondriaca como Adora, Camille empezó con mal pie en la vida.

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“Heridas abiertas” va de personas como Camille que no pueden con la vida, a la que la existencia le duele, y cada día se le hace como subir al Everest, con el ánimo y la autoestima por los suelos, que bebe sin parar, se corta sin parar, y sigue sus obsesiones autodestructivas hasta el límite para aliviar su dolor.

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Richard y Camille investigan juntos en los bosques de Wind Gap mientras se toman un lingotazo de buena mañana.

Malas madre que se perpetuan

Pero “Heridas abiertas” también va de relaciones torcidas entre madres e hijas. Camille es una periodista en Saint Louis, quien tiene a Curry, su redactor jefe como padre putativo. Pero la chica se siente huérfana. No tiene madre. Nunca se ha sentido querida por una madre. La orfandad y el cráter que deja en el alma es uno de los temas de la serie.

Por cierto, hay algo que no me convence de la serie: Camille se pone hasta las trancas de whisky y vodka, se da una mala vida que flipas, trasnocha, y pasa noche canalla tras noche canalla pero sale estupenda, hermosa y reluciente. No sale hinchada, pálida y gorda como sería de esperar, tras ese trasiego de alcohol y cortes, tras esa vampírica vida, perdiendo sangre todo el día. Pues no, Amy Adams sale monísima, bonita, y vestida de negro, con jerseys de manga larga, sí, pero guapa guapa.

La luz melaza que embadurna la mansión victoriana y sureña de Adora mientras Alan escucha música de Jaques Brel, con los cascos puestos, Alan, el hombre más frustrado del mundo, una sombra amarga de un ser humano, callado y reprimido, al que su mujer, la perturbada Adora, trata como si fuera un fantasma. No le quiere para nada. Es fría con él como también es gélida con sus dos hijas. Sin embargo el sheriff llama a su puerta, y Adora le trata como si fuera su mejor amigo, dulce y amable.

Hay muchas Adoras en este mundo cruel.

Pero así es Adora, amable por los desconocidos, fría con su propia progenie, víctima y agresora, pasivo agresiva, la abeja reina de la culpa que odia a su propia hija, Camille, a la que utiliza como chivo expiatorio de todo lo que no le satisface en su vida.

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Yo también me daría a la bebida si tuviera a una madre como Adora. Por cierto, la botella de agua contiene vodka.

Hay diálogos geniales, propios de una novela de Capote, otro genio del gótico sureño, como la conversación que mantienen Richard, el detective guapo y majo de Kansas City, y Camille, tras salir de beber copas y copas en el único bar del pueblo.

-Si eres guapa y tienes pasta puedes hacer lo que quieras en Wind Gap-dice Camille.

-¿Y si eres inteligentes?

-Entonces te marchas de Wind Gap.

O el diálogo electrizante entre Adora y su hija Camille cuando ésta, recién llegada a Wind Gap, el pueblo de su infancia y adolescencia, llama a la puerta de su casa.

-Hola, madre.

-¿Qué haces aquí?

-He vuelto.

-¿Y dónde te vas a quedar?

-Pensaba quedarme unos días en casa.

-Deberías haber llamado antes.

Toneladas de gótico sureño, luz melocotón, un pueblo del que los listos se largan, adolescencias atormentadas y perdidas, violaciones, muerte, heridas interiores, cortes exteriores, depresión y ansiedad, pérdida y duelo, alienación en un mundo que no está hecho para personas sensibles.

Camille quiere el amor de su madre, pero ésta no puede dárselo. Adora tuvo, a su vez, a una madre cruel que nunca la quiso y la maltrataba. La saga se remonta al principio de los tiempos.

-¿Cuál es tu canción favorita, Camille?-pregunta Richard.

-Ring of fire.

Adolescencias que arden en praderas salvajes y oscuras. Heridas que siempre permanecen abiertas. Somos nuestro peor enemigo.

Puedes ver “Heridas abiertas” en HBO.

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Nuria Verde

Nací en Madrid, en 1971. Soy licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense. Trabajo como periodista en Televisión Española. También he trabajado como guionista en diferentes series de televisión (Cuatro, Canal +, Telecinco). Asimismo, soy autora del libro Cómo crear una serie de televisión (T&B Editores, 2007) y de la novela El verdadero tercer hombre (Ediciones del Viento).

En 2010 dirigí un corto, Terapia, que fue nominado a los Premios Goya.

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