Cada universo tiene su código, cada mundo cuenta con reglas propias. En la serie Shtisel, los personajes, pertenecientes a una familia ultraortodoxa, beben té y zumos a todas horas, antes de tomarse un vaso de agua dicen: gracias a Dios, cuya palabra todo lo crea, antes de entrar en una casa tocan el dintel, Shulem, el padre Shtisel, habla con su esposa muerta, Dvora, a todas horas, y la frase: Dios lo quiera no se les cae de la boca a los habitantes del planeta Shtisel.

Hablar con fantasmas
Hablar con fantasmas, rezar, no verse antes de la boda, un hombre no poder estar en el parto de su hijo, estudiar el Talmud y la Torá, ir a la sinagoga, estudiar en un jéder, mantener noviazgos y acordar bodas a través de un casamentero, las mujeres recogerse el pelo bajo un gorro cuando se casan y llevar peluca en la calle, los novios, con citas en cafeterías de hotel y tomen agua o limonada, tener cuantos más hijos mejor, que las mujeres no trabajen, hacer una lista de todas las pertenencias cuando un ser querido fallece para repartirlas, bodas, bautizos, funerales, bar miztvá, circuncisión, rituales, ceremonias, canciones religiosas, canciones de niñez, celebraciones familiares, honrar el sabath, si va para rabino, un niño tener que estudiar hasta quemarse las pestañas son elementos que forman parte del código de Shtisel.


Shtisel recrea un mundo inocente y tradicional, con reglas sociales y religiosas muy pautadas, con mayor rigor en cuanto libertad y posibilidades para las mujeres.
Por otra parte, los diálogos están cuajados de expresiones religiosas y frases rituales de agradecimiento y adoración a Dios.
Nadie ajeno a ese mundo podría escribir Shtisel. Los guionistas o se han criado allí o de alguna manera conocen el código de ese universo, además de que cuente con asesoramiento sobre esta comunidad religiosa de Jerusalem.

Dios está en los detalles cuando se escribe y se recrea un mundo. Cada insignificancia, cada apunte, cada pincelada mínima de realismo importan a la hora de escribir y dar vida a los personajes de la serie Shtisel.
Cuando Akiva se va de casa, y vive con una compañera pintora, y un día se olvida la filacteria, las Escrituras de la religión judía, para él es un drama. ¿Cómo ha podido olvidársela?
El cuidado con la comida, el empeño de que sea Kosher cuando compra un kebab en un bar es un detalle importante. Nada queda al azar, lo que se cuenta está basado en la realidad, y esa familiaridad atenta al detalle, con esa comunidad encerrada en sí misma hace posible que nos creamos la ficción.

Una realidad reglamentada, un mundo sencillo y limitado, donde Dios está siempre presente. Por ejemplo cuando Shulem habla de Kaufmann, el galerista mentor de su hijo, y dice que no es religioso, su hermano Nuchem exclama:
-¡Maldito impío!

La familia y la tradición son claves importantísimas en la serie Shtisel. Por ejemplo, Shulemn duda si comprar o no unos vídeos que un cámara freelance ha grabado de su madre en la residencia de ancianos en la que vivía, pero el cámara le pide 700 dólares, y a Manukha, su prometida, le parece un timo. Al final, Shulem, muy enfadado, rechaza la proposición. Cuando Shulem se arrepiente y le llama de nuevo al cámara para recuperar esa memoria audiovisual de su difunta madre, este le dice que ya los ha borrado. Esta es la gota que colma el vaso, la señal definitiva para que Shulem rompa con Menukha.
Hay ceremonias por el amor y la muerte, fiestas de compromisos de boda, y shivás, velatorios, por la muerte de los seres queridos.
Shalom, shalom. Bienvenidos al universo Shtisel.


Escritora. Autora junto con Gonzalo Toledano del libro “Cómo crear una serie de televisión” (Ediciones T&B) y “El verdadero tercer hombre” (Ediciones del Viento) “Los crímenes de Atapuerca” (Caligrama)
Periodista de RTVE.