Ilustra la novela "Los crímenes de Atapuerca". El crimen más espeluznante en Atapuerca

Sinopsis

A Miriam Sinaloa, una estudiante de 16 años que visita en yacimiento de Atapuerca, la asesinan dentro de la Sima de los Huesos. El crimen más espeluznante en Atapuerca.

La inspectora Luisa Baeza dirige la investigación del asesinato de la adolescente mientras se enfrenta a una profunda crisis personal y se obsesiona con un caso en el que busca una redención.

Hay secretos que no puedes enterrar para siempre.

Capítulo 10

1 de junio de 2019. Quince días antes del asesinato. Burgos

—Qué tío más asqueroso —bufo mirando al techo.

Andrea se vuelve hacia mí y de muy malos modos me dice:

—¿Entonces para qué le das carrete?

Me siento herida, pero no digo nada. Tengo que hacer penitencia y expiar mis culpas. Aunque pienso: «Andrea está loca. Amo a una loca».

Llegamos tarde a la reunión con Max Rey, el jefe de la Gran Dolina hasta hace diez días y uno de los tres codirectores del Proyecto Atapuerca.

De repente, me siento exhausta. No tengo energía para tener una discusión con mi novia a esa hora tan temprana de la mañana, con esta resaca tan brutal. Siento la boca seca, siento el estómago lleno de náuseas. Una migraña late en mis sienes. Tengo muchísima sed. Me podría beber un millón de litros de agua y seguiría teniendo sed.

Una sombra de melancolía y desánimo gravita sobre mi mente. Siento que mis emociones se sumergen en un lago negro de malestar depresivo.

La puerta del despacho de Max Rey está abierta. Dentro veo a Sebastián, con cara seria y pálida, sentado en el suelo, con las piernas cruzadas sirviéndose de la tetera blanca, con finas estrías grises, de La Oca, una taza de té darjeeling. Esa mañana, más que nunca, Sebastián, con su cara antigua, su terno negro y una leontina de oro que cuelga de su chaleco, parece salido del cuadro Autorretrato del Greco. El lugarteniente de Max en la Gran Dolina tiene el aspecto de un caballero decimonónico desubicado en el año 2019. Se asemeja a un Gustavo Adolfo Bécquer ultrarromántico, al que solo le falta la capa porque la perilla ya la tiene.

El despacho de Max está lleno de libros y réplicas de cráneos de Homo antecessor en la librería, reconstrucciones en arcilla y mármol de la nueva especie que él descubrió en la Dolina en 1994.

Max ceba su pipa en silencio. Lleva puesto su salacot, una camisa caqui, pantalones cortos color café con leche, un chaleco de fotógrafo plagado de bolsillos con cremalleras, su pañuelo rojo salpicado de cráneos blancos del Homo antecessor, regalo de su equipo cuando Andrea, su hija adoptiva, descubrió la mandíbula del niño de la Gran Dolina cuando ya creían que estaba todo perdido.

Qué fuera de lugar parece Sebastián vestido con su traje negro de Armani en medio de un mundo arrogante que viste con uniforme oficial de arqueólogo. Sebastián se había puesto una camisa blanca planchada. ¿Cómo se las arreglaba, por Dios?, ¿había madrugado para plancharse él mismo la camisa sobre la mesa de su escritorio?, ¿había metido en su maleta antes de venir a Atapuerca una plancha? Me resulta inconcebible y, a la vez, fascinante el comportamiento refinado de Sebastián. Todo su ser irradia una reserva espectral, una timidez autoconsciente, una elegancia inteligente, allí sentado sobre la alfombra persa, con un dibujo del jardín del paraíso, mientras se fumaba su Dunhill y bebía té darjeeling junto a Helena, que tiene el pelo recogido en un moño apretado como una Madonna doliente.

De repente, Helena, siempre servicial e hiperfemenina, se levanta para preparar más té. Con movimientos delicados y lentos, calienta agua en un cazo sobre el hornillo blanco colocado al lado del escritorio del siglo xix de Max, en una mesita auxiliar.

Bajo la cabeza, de pie frente a Max, porque siempre me intimida. Me da miedo que él lea mi vergüenza, mi infidelidad a su hija en mi cara. Siento un agudo malestar en la boca del estómago. Late un remolino de ansiedad en la garganta.

Ilustra la novela "Los crímenes de Atapuerca". El crimen más espeluznante en Atapuerca

Pero Max no me presta atención. Me mira sin verme. La sangre se concentra en mis mejillas.

Max fuma su pipa marrón. El dulce olor del tabaco se extiende por su despacho lleno de polvo y libros amontonados, mamotretos sobre evolución humana, tratados de análisis de dientes, manuales de geología, tochos de paleoantropología, réplicas de los cinco cráneos de Homo georgicus de un millón y medio y dos millones de años de antigüedad del yacimiento de Dmanisi, en Georgia, el último lugar en el que había excavado Max, donde había tocado fondo en su alcoholismo.

En la pared cuelga un rifle de caza que Max usa para cazar en la sierra de la Demanda con el juez Gaicano, de quien es amigo desde la infancia.

Miro el suelo. De pronto me fijo en los calcetines largos y botas de cuero de media caña con cordones negros y recios del padre de Andrea. Todo lo que lleva es de buena calidad. Pero el cuerpo no le acompaña. Ha adelgazado veinte kilos en los últimos tres meses por culpa de un cáncer de páncreas. Es una sombra del hombre que fue. Aun así, Max Rey sigue resultando imponente, sigue irradiando un intenso carisma.

El único que falta en la reunión es Manu. Tal vez él también se quedó a la última ronda de cerebritos de Ricardo, en esa cancha de baloncesto pegajosa por el alcohol y las colillas, los minis de plástico aplastados bajo el calor de la ristra de farolillos color vainilla, la nevera gigante de Ámbar llena de latas de Coca-Cola y cervezas, olor acre a sudor y tabaco, con la canción de Rosalía, su versión de la canción de Los Chunguitos sonando por los altavoces: «Si me dan a elegir, ay, amor, yo me quedo contigo».

Recuerdo a Manu besando a aquella chica morena de los vaqueros rotos, con toneladas de rímel en los ojos, grandes pendientes dorados de aros y muñecas sin un milímetro libre por culpa de la saturación de pulseritas de cuero e hilos multicolores que llevaba puestas. De golpe, siento pena por Sebastián porque está enamorado hasta las trancas de Manu, sin remedio, sin esperanza, sin futuro.

Ilustra la novela "Los crímenes de Atapuerca". El crimen más espeluznante en Atapuerca

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El crimen más espeluznante en Atapuerca.

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