
Al principio, “Los crímenes de la Academia” me gusta mucho. El mundo cerrado, la atmósfera, un entorno misterioso donde sientes el frío y el horror que me recuerda “El nombre de la rosa”.
Me interesa el personaje de Edgard Allan Poe, alcohólico y genial, escribiendo cuentos y poemas en las tabernas cercanas a West Point.
Es una historia ambientada en 1830 sobre un veterano detective, Augustus Landor, que intenta resolver unos asesinatos cometidos en West Point con la ayuda de un joven cadete al que el mundo conocería luego como Edgar Allan Poe.
Pero la película busca ser terrorífica sin lograr ser terrorífica, busca ser gótica sin lograr ser gótica, busca ser inquietante sin lograr ser inquietante. La tensión narrativa va menguando a medida que va trascurriendo la trama. La historia pierde fuelle y cuando llega el final ya me da igual.
Cuenta con un toque literario, con una buena ambientación, con un misterio interesante, pero las revelaciones cogidas por los pelos, lo inverosímil del desarrollo de la historia lastran “Los crímenes de la Academia” de Scott Cooper.

Es una lástima porque “Los crímenes de la Academia” prometía, y era un película que si no se desinflara de esa forma me hubiera gustado, ya que me encanta la idea de un misterio dentro de una comunidad cerrada, que tiene sus propias reglas.
¿Dónde verla? En Netflix
Lo mejor: Harry Melling interpretando al genial Edgard Allan Poe.
Lo peor: Que la historia pierda intensidad dramática de esa manera.
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Escritora. Autora junto con Gonzalo Toledano del libro “Cómo crear una serie de televisión” (Ediciones T&B) y “El verdadero tercer hombre” (Ediciones del Viento) “Los crímenes de Atapuerca” (Caligrama)
Periodista de RTVE.