Me siento agotada después de venir una tarde de la tele. Me desplomo en el sofá blanco de Ikea mientras la luz flota fuera. Hace un calor descomunal para ser abril y los días se alargan como si fuera agosto.

Pongo la tele, zapeo, en el atardecer monótono y cansado de un lunes impenitente y descubro, en TCM, la última media hora de “Lo que quede del día”, una de mis películas favoritas de la historia del cine.

“Lo que queda del día” es una de las metáforas más grandiosas del amor reprimido, del amor oculto, del amor silenciado, del amor asfixiado. Hay muchas perlas de subtexto en la película y también poderosas metáforas visuales como, por ejemplo, la paloma que se queda en uno de los salones de Darlington Hall. Steven logra liberar la paloma pero él se queda atrapado dentro de la mansión.

Todo se dice a tientas, con cuidado, los sentimientos de decepción y desolación, los sentimientos de frustración, pero el gran reprimido es el mayordomo, Stevens, interpretado por un imperial Anthony Hopkins, que no se permite salirse de la corrección profesional ni un pelo pero luego lee novelas de amor a escondidados y es pillado por Miss Kenton, en una secuencia muy perturbadora.

-Un hombre no puede considerarse feliz hasta haber hecho todo por su patrón-dice Stevens.

Pero el tiempo pasa, los patrones van y vienen. Un día, Stevens siente el vacío en su alma y le pide permiso a Chrisptoher Reeves, el nuevo señor de Darlington Hall, para hacerse una escapadita por Inglaterra, con uno de sus coches, con el pretexto de que necesita reclutar a una ama de llaves que ya prestó muy buen servicio en la mansión.

Es un buen subtexto para recuperar el esplendor del pasado y el amor de Emma Thompson.

Es impresionante la secuencia en ese salón de té, cuando Stevens le pide a Miss Kenton que vuelva al servicio a Darlington Hall, y Emma Thomson le dice que se había planteado volver al servicio, que echaba de menos esa vida, dando a entender sin decirlo claramente que su matrimonio ha sido un fracaso, pero que su hija está embarazada y ella debe quedarse a su lado para echarle una mano.

Stevens dice poco pero sus ojos azules nublados por la tristeza y la pérdida lo dicen todo.

Se ha acabado su historia de amor con Miss Kenton. No puede recuperarla.

Además, se tiene que hacer a la idea de que ha desperdiciado su vida.

No es el único. Emma Thompson vive torturada por esa misma sensación de vacío.

-A veces pienso que cometí el mayor error de mi vida-dice, refiriéndose a dejar el servicio pero, en realidad, se refiere a haberse casado con su marido.

La historia de amor entre Stevens y Miss Kenton es hermosísima, pura sugerencia, amor latiendo y sofocado en el pecho de ambos, sin expresarse con palabras.

En 1958, Stevens (Anthony Hopkins), un perfecto mayordomo, viaja por Inglaterra. Ahora trabaja para un millonario americano (Cristopher Reeve) que es el nuevo propietario de Darlington Hall, mansión que vivió su etapa de mayor esplendor veinte años antes, cuando su dueño, un aristócrata británico, reunía en su casa a los personajes más influyentes de los años 30, una época crucial para el futuro de Europa. Esta circunstancia permitió a Stevens ser testigo de conversaciones sobre los hechos políticos más importantes del momento. Al mismo tiempo, su rutinaria vida personal sufría un inesperado cambio con la llegada de la señorita Kenton, la nueva ama de llaves (Emma Thomson)

“Lo que queda del día” es un melodrama poderosísmo dirigido por un James Ivory en estado de gracia. La película se realza gracias a las grandiosas interpretaciones de Anthony Hopkins y Emma Thompson.

¿Dónde puedes verla? En TCM

Lo mejor: Las interpretaciones, laa puesta en escena, el guion.

Lo peor: Nada.

Si quieres curiosear más sobre mí, échale un vistazo a mi Twitter.

Tienes algunas de mis novelas en Wattpad de forma gratuita.

Deja un comentario

WordPress.com.

A %d blogueros les gusta esto: