
La historia de amor de Bud y Lynn en “L.A. Confidential” es una de las más emocionantes del cine. Son dos perdedores-ganadores, que se eligen por encima de todo y conectan en una intimidad emocional y sexual pasional en la que no vemos ni un solo momento de rutina. Pero también hay una montaña rusa emotiva de encuentros y desencuentros, de dolor y alegría, de romanticismo e híper realismo, de obsesión y de compromiso.
Rusell Crowe, en el mejor papel de su carrera, interpreta a Bud, un policía vehemente, puro ímpetu, que no sabe o no quiere controlar sus emociones. A Bud le conocemos mejor por el contraste que hay con su colega Ed (Guy Pierce)
Bud White no es ningún santo y se mete en todo tipo de líos aunque tiene un maravilloso talón de Aquiles: no soporta que maltraten a una mujer.
Años 50. Tres policías de Los Ángeles se ven envueltos en una intriga criminal que destapa los trapos sucios del Departamento. Para recuperar el prestigio perdido, tres agentes muy diferentes entre sí, el impetuoso Bud White (Russell Crowe), el formal Ed Exely (Guy Pearce) y el ambicioso Jack Vincennes (Kevin Spacey) se hacen cargo de la investigación del caso.

Kim Bassinger se llevó el Oscar por ‘L.A. Confidential’.

-¿Por qué yo?-pregunta Bud a Lynn.
-No lo se.
Él la espera y la observa desde el coche mientras una música, que habla de anhelos y perdidas, de deseos filtrados tiñe de melancolía la pantalla.
-Eres el unico que nada más verme no me ha dicho que me parezco a Veronika Lake-dice Kim Bassinger.
-Eres más guapa que Veronika Lake-contesta Rusell.
-Oye, para los demás serás Veronika Lake, pero para mi eres Lynn-continúa.
La relación entre los dos es lo único puro, que hay en el cenegal corrupto compuesto de policía, fiscalía, periodistas, políticos y otros estamentos de la sociedad civil en “L.A. Confidential”.
Russel Crow y Kim Bassinguer tiene mucha química, y destilan amor y atracción el uno por el otro.
Ambos forman una pareja carismática, que trasciende los límites de la pantalla y me emociona.
Me conmueve el rudo Bud White, que protege y defiende a las mujeres, luego nos enteramos que su padre pegaba a su madre.
Esta secuencia es maravillosa:
-¿Dónde te hiciste esto?- pregunta Lynn mientras le toca una cicatriz en el hombro
-Cuando tenía 12 años mi padre le dio con una botella a mi madre y yo estaba en medio.
-Perdón, no es asunto mío.
-Me ataba al radiador, y pegaba a mi madre hasta matarla. Me dejó allí tres días hasta que encontraron el cadáver de mamá. Nunca encontraron al viejo.
Por cierto, esta es una secuencia que contradice el lema de “enseña, no cuentes” de guion porque la fuerza y el poder del monólogo de Rusell Crowe es más impresionante que cualquier imagen.
Por cierto, es un momento cinematográfico único e irrepetible en la historia del cine.
Es una soberbia ilustración de cómo un poderoso ‘speech’ puede ser mucho mejor que la acción y los ‘flashbacks’, revelando cómo es el personaje.
Aquí tenemos la secuencia
-Breisbee ¿eh?
–Me crié allí. Quiero volver dentro de un par de años y montar una tienda de ropa. Las chicas de Brisbee necesitan un poco de glamour.
Ambos sonríen.
Hay una inocencia en él, hay una nobleza que me arrebata en un hombre.
Rusell Crowe está perfecto, con su mirada dolorida, con sus ojos que rebosan honestidad y compañerismo.

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Escritora. Autora junto con Gonzalo Toledano del libro “Cómo crear una serie de televisión” (Ediciones T&B) y “El verdadero tercer hombre” (Ediciones del Viento) “Los crímenes de Atapuerca” (Caligrama)
Periodista de RTVE.