
Se me ha caído una venda con Carlos Boyero. Leí su crítica sobre la película “Oppenheimer” de Cristopher Nolan, Carlos la ponía muy bien, me generó felices expectativas, y convencí a mi madre de 80 años y a mi hijo de doce para ir a ver el film a los cines Vialia de Málaga, en la estación María Zambrano de Málaga, un 31 de julio, en plena operación salida del verano. ¿Me había tomado un tripi con un pelotazo? Me encantaría decir que sí pero la verdad es que no. Sólo me había dejado engañar por el efecto halo de una enorme campaña de falsario marketing y por la opinión de un crítico al que respeto por su independencia y por su criterio como Carlos Boyero.
Pero tremenda decepción, fiasco brutal, constatación de que si el cine fue el gran arte del siglo XX, no lo es ya en el siglo XXI. Qué lástima porque el cine significaba todo para mí.
Este es un blog de análisis y aprendizaje y estrategia del arte del guion. Es la razón por la que escribo esta crítica para que reflexionemos juntas sobre “Oppenheimer”. ¿Qué opináis, queridas lectoras? ¿Qué creencias os suscitan “Oppenheimer”?

De entrada, Christopher Nolan es un brillante director. Su potencia para crear metáforas visuales y establecer, en imagen conceptos muy complejos, no tiene límites. Su uso del sonido y el plano para trasladarnos a la mente compleja, atormentada, cuajada de talento pero también de megalomanía de Robert. J. Oppenheimer, el padre de la bomba atómica es muy meritoria. Un buen ejemplo es una secuencia del inicio de la película, donde Oppenheimer visualiza sus teorías de física cuántica, sus avances sobre la fisión nuclear, y me admiro con el bombardeo de planos sobre las ondas y el universo, sobre materia, energía y partículas. Nolan tiene la intuición creativa de hacer asociaciones increíbles como realizador juntando un cuadro cubista de Picasso, el espíritu musical de Rachmaninov, la debacle de Europa, el desgraciado aunque brillante zeitgeist del siglo XX europeo.
Nolan es capaz de contar esa evocación emocional e histórica, con un montaje de secuencias. Como director, es un increíble arquitecto y componedor de planos y efectos sonoros.
Por otra parte, le agradezco que visualmente no abuse de lo obvio ni se recree en las terribles y dolorosas imágenes de las víctimas de Hiroshima y Nagasaki. Por mí, porque soy PAS, pero primordialmente por mi hijo, que tiene doce años y como madre no quería que viera esos planos.
¿Qué pasa entonces? ¿No te estás contradiciendo Nuria? Pues sí y no. Christopher Nolan es un buen realizador pero un nefasto guionista.
Lo que sucede es que vivimos una época, en el cine, en la que a ciertos directores les puede el hybris de la megalomanía, la fuerza de la soberbia, y se creen, después de haber tenido mucho éxito, que son más autores de lo que, en realidad, son. Lamentablemente, su egocentrismo les pierde.
¿Qué ue pasa? Pues no es sólo que “Oppenheimer” tenga agujeros de guión, que tiene más que cráteres tiene la luna, sino que posee una trama fallida y más repetitiva que el último cine de Almodóvar, más que el ajo ibérico que espantaba a la inane Victoria Beckam, más que la resaca de rebujito tras una desmadrada noche de feria de Málaga.
Esa trama es la del seudomacartismo y el no juicio al que somete Strauss a Oppenheimer para renovar sus credenciales de seguridad nacional en plena Guerra Fría. Esa trama se carga la tensión dramática, disloca la estructura de la película y le sobran veinte, ¡veinte! secuencias de guion que tendrían que haber ido a la papelera del ordenador.
Y eso es muy grave señor Nolan. Porque se ha olvidado de lo que dijo Billy Wilder en una ocasión: hay diez reglas para escribir un guión: no aburrir al espectador, no aburrir al espectador, no aburrir al espectador, no aburrir al espectador.

Pero sobre todo, estoy cabreada con usted señor Nolan, porque yo tenía la ilusión de hacer vivir a mi hijo un salto de madurez a la hora de ver cine, me embargaba la esperanza de que se le abrieran el mundo de percepción, vida, arte que a mí se me abrió, de repente, cuando, en el cine Florida de Rota, vi una noche de verano “Doctor Zhivago” a los doce años y me enamoré de esa experiencia mágica, telúrica, profunda que es sumergirte en el tsunami emocional de una buena película.
Pero ese rito de iniciación fue imposible con Gonzalo ayer por la noche, después de haber apoquinado, que se dice pronto, 22 pavos para invitar a mamerta y al infante vengador a lo que yo presumía un ritual de arte y vida que sacara a mi hijo de la última película de Indiana Jones y de la saga del listo y embacaudor Santiago Segura.
Pero pinché en hueso.

Y no el problema no es que “Oppenheimer” dure tres horas y ni ¿el cómo llevas al niño a ver una peli de ese metraje? Porque yo, a su misma edad, disfruté y me abrí a un nuevo universo vital e intelectual con “Doctor Zhivago”, “Apocalipsis Now”, “Lo que el viento se llevó”, “Lawrence de Arabia” y “El padrino”
El problema también es señor Nolan, señor Boyero que yo ya supiese en mi cabeza lo que iba a decir Oppenheimer antes de lo que dijera Cyllian Murphy en una pantalla gigantesca: “No recojas las sábanas, Kitty”. O Einstein: “No lo hacen por ti, lo hacen por ellos”.
Y yo no soy muy lista, señor Nolan, señor Boyero porque adivinar lo que va a decir un personaje jamás me ha pasado con Sally Waingwright, con Mathew Weinner, con David Chase, con David Simon, con Jane Campeón, con Emmerald Fannell.
Dejad de engañar a los espectadores con el rollo macabeo de “las películas imprescindibles del 2023” para que la gente, yo incluida, haga click en un artículo. Y un huevo de pato, “Oppenheimer” imprescindible.
-Esta peli es peor que una sopa de polvorones- me dijo mi hijo al salir del cine. A él no le pagan en “El país” por escribir crítica de cine y sin embargo está mucho más cerca de la verdad que Carlitos Boyero.
Media hora más tarde, mi hijo Gonzalo por el móvil:
-Papá me hubiera gustado haber pasado la tarde como tú. Si lo de la bomba dura sólo minutos.
Y mi madre: la historia personal de Oppenheimer es muy confusa. Y la venganza de Strauss no está bien contadq. Eso sí, chati, “Napoleón” me apetece mucho.
Lo mejor de “Oppenheimer” es el trailer de “Napoleón” de Ridley Scott que vimos antes de su película, señor Nolan.
Eso sí, a mí, usted, al que admiré mucho cuando dirigió “Memento”, no me vuelve a engañar, con un truño fílmico de tres horas, que me ha costado 22 euros. Espero que disfrute a gusto de su dinero.


Donde se puede ver Oppenheimer: en el cine.
Lo mejor: la capacidad para crear metáforas visuales y sonoras evocadoras que tiene Nolan. Cyllian Murphy, Emily Blunt, Kenneth Branagh, Robert Downey Junior, y Florence Pough. Que suscite a mi hijo preguntas como: ¿Por qué si Einstein era alemán iba en contra de Alemania? ¿Cuál es la revolución física de Oppenheimer respecto a Einstein?
Lo peor: es el guion, idiota.
Para ver: con tu peor enemiga pagando ella, con las palomitas incluidas.
La guinda de la tarta: Nolan comete dos errores históricos garrafales. Las banderas de Estados Unudis tiene 50 estrellas en 1945 y en Holanda se habla alemán. Cágate, lorito.

Tienes algunas de mis novelas en Wattpad.

Escritora. Autora junto con Gonzalo Toledano del libro “Cómo crear una serie de televisión” (Ediciones T&B) y “El verdadero tercer hombre” (Ediciones del Viento) “Los crímenes de Atapuerca” (Caligrama)
Periodista de RTVE.