
La película me envuelve como una manta en medio de la nevisca del más crudo invierno. Echaba tanta de menos la mirada poética, compasiva de Víctor Erice sobre una España herida tras la Guerra Civil, sobre el dolor y la miseria de los vencidos, sobre los traumas de una guerra, sobre un pueblo de Castilla, donde los niños siguen ardiendo de ilusión porque viene el cine y van a poner “Frankenstein”.
Victor hizo “El espíritu de la colmena” en 1973. Agradezco los planos reposados, las escenas de verdad del pueblo, saboreo cómo maneja la relación de intimidad y complicidad de deseo y miedo frente a la vida de esas hermanas que germinan en la infancia como enternecedores brotes.
Un padre melancólico y derrotado que se esfuerza por sobrevivir, y observa la colmena, primero con fascinación, luego con triste espanto. Teresa, esa madre, que escribe a un amor que perdió en la guerra. Unas niñas que fabulan de espaldas a la desolación de los adultos.
En un pequeño pueblo de Castilla, en plena postguerra a mediados de los años cuarenta, Isabel y Ana, dos hermanas de ocho y seis años respectivamente, ven un domingo la película “El Doctor Frankenstein”. A la pequeña la visión del film le causa tal impresión que no deja de hacer preguntas a su hermana mayor, que le asegura que el monstruo está vivo y se oculta cerca del pueblo.
“El espíritu de la colmena” es un clásico porque, 50 años después de su creación, me sigue poniendo los pelos de punta y me hace un nudo en el corazón. Me llega, me escalda, me conmueve con sus escenas emocionantes e ingenuas.
Veo la película en perfecta quietud, en casa temprano, silente, a oscuras, mientras todo el mundo duerme y yo soy Ana Torrent que se turba con “Frankenstein” en un granero de un pueblo perdido en la meseta castellana donde nunca pasa nada y donde hay una tristeza cuajada en los muros de cada casa.
–Si uno no está seguro de que la seta es buena, no la coje-le dice Fernando a sus hijas durante un paseo por el bosque. Y cuando ve a una falloides, la machaca con la bota como yo he visto hacer tantas veces hacerlo a mi padre.
Fernán Gómez me recuerda a mi padre ya muerto y me devuelve retazos de mi infancia.
Luego, está el inmenso trabajo de Ana Torrent con los ojos más conmovedores del cine español.
En “El espíritu de la colmena” se opone la siniestra realidad a la imaginación virulenta y afiebrada de las niñas.
Se produce una extraña magia cuando veo la película bajo un cielo acuarela gris, pastis, un cielo panzaburra. Llueve, deja de llover, vuelve a llover. Cierra las ventanas me dice G. antes de llevar al niño al fútbol. Tras hacerlo, se me cuelan desvaídos fotogramas de mi infancia, con mi hermana y con mi prima Alicia, en Colmenar del Arroyo, el único pueblo que he conocido, me asaltan la memoria habitaciones frías, confidencias a media noche con L., saltar hogueras, miedo y frío e imaginación, curiosidad y despertar, incursiones en descampados, terraplenes y ríos, cabañas, peleas de matrimonios adultos, la hartura por la criaza y la vida doméstica de mi tía, Alicia y yo veíamos los coches pasar por la noche y nos aterrorizáabamos con las amplificdas luces rojas que se proyectaban sobre la pantalla terrosa. Yo jugaba a meter miedo a mi hermana, cinco años más pequeña, a hacerme la muerta y a decirle tumbada en el suelo: estoy muerta y te hablo desde la ultratumba mientras mi hermana me tocaba, temblorosa y cagada de miedo.
Esos códigos secretos e íntimos de la infancia los captura muy bien Víctor Erice.

El apicultor intenta entender a las abejas de la colmena. Las observa mientras coge su miel. Las abejas, metáfora de la sociedad española en el primer franquismo, un desolación muy triste que flota en ese pueblo de la mesatea en el que lo mejor que pasa es la llegada de la furgonetas del cine.
-“Un día le pregunté (a Ana Torrent): ¿Tú sabes quién es Frankenstein? Y ella me respondió: Sí. Pero todavía no me lo han presentado. Esa fue su respuesta. Y claro, ante una respuesta así, cualquier duda queda disipada“-dice Erice.
-“Fue extraordinario porque ella verdaderamente, creía, intuía, quién era el personaje, había oido hablar de él y para ella, era un ser verdadero, real porque todavía ella todavía no diferenciaba entre realidad y ficción. Y este era un elemento sustancial de la película”, continúa.


¿Dónde puedes ver “El espíritu de la colmena? En Movistar +.
Lo mejor: La sensibilidad y el arte de Erice. El gran trabajo de interpretación de Ana Torrent.
Lo peor: Que Víctor Erice no haya hecho más películas.
¿Con quién verla?: Sola.

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Escritora. Autora junto con Gonzalo Toledano del libro “Cómo crear una serie de televisión” (Ediciones T&B) y “El verdadero tercer hombre” (Ediciones del Viento) “Los crímenes de Atapuerca” (Caligrama)
Periodista de RTVE.