
Lucía Blázquez, mi compañera en el programa de RTVE en el que trabajo, “Objetivo Igualdad”, lo podéis ver en RTVE Play, y yo estamos leyendo a la vez el libro “Libera tu magia” de Elizabeth Gilbert acerca de la creatividad. Luego lo comentamos. El otro día, en la comida de despedida de Andrés por su jubilación, al comentario de una compañera de que va a haber más escritores que lectores con un ramalazo de cierta inquina, Lucía respondió que hay que escribir por placer, por vivir, por expresar y rescatar los tesoros escondidos que llevamos dentro. Es la tesis de Gilbert. Y estoy muy de acuerdo. Ahora que estoy volviendo a ver la serie “Mad Men”, de principio a fin, no puedo más que fijarme en cómo Don Draper y su grupo de creativos también “liberan su magia” a la hora de crear anuncios de publicidad ya sea para sujetadores Playtex o para Heinecken o para la cadena de hoteles Hilton.
Don anota las ideas que le asaltan la cabeza en servilletas de papel allí donde le pillen ora en un bar ora en una cafetería ora en un club. Elizabeth escribe en su libro que las musas nos asaltan allí donde nos cojan y nos susurran las ideas para que las agarremos al vuelo, las habitemos o sino buscan otras cabezas donde posarse para inspirarlas.
Don Draper y su grupo de creativos son escapistas. Don se marcha al cine porque se aburre en la oficina y “porque él ve todo” como dice Peggy, y se extraña cuando no ha visto la canción “Bye Bye Birdie” de Anne Margaret. Don pierde el tiempo y muchas veces desaparece de la oficina, sin dar explicaciones, porque necesita recargar las pilas. Durante la fusión de Sterling and Cooper con la agencia británica, por ejemplo, no está presente y todo el mundo se pregunta dónde se ha metido. Está en California, con Anna, la verdadera mujer de Don Draper, renaciendo, y metiéndose en el mar en una ceremonia de bautismo de nuevo hombre.
La creatividad también supone utilizar la propia vida, utilizar el material de construcción de su propia experiencia para nutrir sus presentaciones ante los clientes, como hace, por ejemplo, Don Draper con el carrousel de Kodak y las cervezas Heineken.
Por otra parte, a los creativos les gusta perder el tiempo, andar con coñas, dejar flotar la imaginación y decir tonterías, incluso fumar marihuana en un sábado en el que toca ir a trabajar a la agencia.
Cuando llega Lane, el ejecutivo británico de la empresa compradora de Sterling and Cooper, y quiere hacer ajustes y recortar los gastos de hoteles, comidas y bebidas de los viajes de los creativos, y también en los lápices y papeles que se utilizan en la agencia, Don llega tarde a la reunión, “un poco de Don Draper es mejor que nada de Don Draper”, dice Lane. Aunque, cuando Don se sienta y se entera del tema de la reunión, se levanta y se va. “A lo creativos, no les quites los lápices, Lane”.
Soy Peggy Olsson y quiero fumar marihuana
Pero mi secuencia favorita sobre la creatividad en “Mad Men” sucede en el capítulo en el que grupo de creativos -las abejas obreras, no los jefes, faltaría más-tienen que ir a trabajar durante un sábado a la agencia para crear cinco ideas sobre Ron Bacardi que no sea la principal que ya tienen. Ahí se ve muy bien cómo funciona la mente creativa. Se reúnen Peggy, Paul y Eddy en la oficina de Paul Kinsey, y empiezan a decir paridas, a soltar lo primero que se le ocurre, a mamarse con las botellas gratis que tienen de Bacardi, a fumar, y a quejarse de los jefes y a envidiarles por las cosas más ociosas, más placenteras que están haciendo en ese momento.

En un momento, a Eddy (aprovechando una salida de Peggy) se le ocurre que podrían comprar un poco de marihuana y colocarse.
-Nada me gusta más que colocarme-dice Paul.
Paul dice que conoce a un camello que era un antiguo compi-Universitatis y que puede llamarle. El tipo se planta en la oficina y les vende hierba. Entonces Paul y Eddy se ponen a fumar sus porros, y Peggy se huele que están haciendo algo divertido a sus espaldas y llama a la puerta, le abren y dice esa mítica frase:
-Soy Peggy Olsson y quiero fumar marihuana.
Ja, ja, ja. Flipante. Total que Peggy se pone la cabeza filpada de maría y echa humo por las pituitarias y las meninges que convierten Sterling y Cooper en la verdes praderas de Marihuanalandia, cuando Eddy le dice que podían subir a la azotea.
Entonces a Peggy se le ocurre la idea genial sobre Ron Barcardi. Se imagina a una pareja en la azotea de su oficina, con totalla, crema bronceadora, en bañador, unos palos y un sombrajo al lado de una botella de Ron Barcardi y un slogan que reza: Bacardi Beach.

La inspiración le llega a Peggy cuando se encuentra ‘trabajando’ y la pilla al vuelo. Coge a la musa de la cola y corre hacia su despacho para decirle a Olive, su secretaria, que le de un dictáfono y un vaso de agua fría para grabar la idea de la playa de Bacardi en la azotea.
La meditación convertida en anuncio
Precisamente, Don Draper convierte una experiencia espiritual, la práctica de la meditacion y la conexión con Dios, en un anuncio mítico de Coca Cola de los años 70 en el que personas de todas las razas se cogen de la mano y cantan a favor de la paz y de la unión de la humnidad.
Sin embargo, dentro del grupo de los creativos, donde Peggy es la única mujer, hay diferencias de trato y de salario, a Peggy siempre la mandan a por hielo para los copazos de whisky, y a por café. Encima, es la que cobra menos. En una secuencia de la tercera temporada de “Mad Men”, Peggy le pide en un aumento de sueldo a su jefe Don, pero éste le dice que no es un buen momento en la empresa porque Lane les está quitando hasta los clips que usan. “Pero éste es mi momento. Y lo dejo claro”, replica Peggy.
Peggy se queda mirando a Don y dice:
-Te miro y pienso: él tiene todo y de todo en abundancia.
El don de la siesta
Don se encierra en su despacho y se echa largas siestas después de mamarse muchísimo lo cual despierta mi envidia. La siesta es un tiempo de desconexión con el capitalismo como decía Miguel Ángel Hernández en su ensayo “El don de la siesta”. El escritor hace una apología de la siesta como parte del tiempo bifásico en que está programado el ser humano genéticamente para dormir durante el que desconecta del impulso de hacer cosas y más cosas, un tiempo de nada, un tiempo de parar. Un tiempo bendito y quieto al margen de la carrera de ratas que se desarrolla fuera del oasis de la cama y del olvido del sueño.
Asociada a la pereza y al ocio, la siesta contraviene uno de los principales principios del mundo moderno: la pulsión e histeria productiva, el flujo de hacer cosas. Sin embargo, en la agencia Sterling and Cooper, la gente que idea los anuncios se suele echar una cabezadita y así trabajan mejor por la tarde. El hábito de dormir después de comer se convierte en un acto guay, consumible y vendible que mejora la productividad creativa.
La siesta como pilar de la creatividad, el oceáno de descanso en que bucea la mente como un bebé. La siesta es un parón capaz de transformar e interrumpir el ritmo trepidante del tráfago del presente. Es ina fuente de inpiración para abandonar la vigilia de la realidad y la presión laboral durante un intervalo de tiempo.
Cuando Don llega a casa del trabajo, siempre se echa un rato en la cama y respira el silencio mientras Betty se ocupa de todo lo doméstico y del cuidado de Sally y Bobby, sus hijos.
Libera tu magia
Elizabeth Gilbert nos dice en su libro “Libera tu magia” que todos somos creativos, que en el trabajo creativo te tienes que arriesgar a equivocarte, y sólo sufrirá tu ego, no tu alma, y que te tiene que gustar tanto ese ‘arte’ como para estar dipuesta a comerte el marrón porque los trabajos creativos no son sólo positivos sino que se asemejan al ying y al yang, hay una parte yang pesada y aburrida, el marrón, pero te compensa tanto la satisfacción de escribir, pintar, crear música, que lo necesitas y no puedes prescindir de ello. Por esa razón, una se come el marrón cuando escribe.
Cuando McCann absorbe al personal de Sterling & Cooper, Don se da cuenta, en una reunión, de que él ya no puede ejercer su creatividad, comprende que le han relegado a un puesto de ejecutivo, que no crea nada. Entonces, Draper se marcha de la reunión y de la agencia. Escapa en su coche rumbo a California por la carretera que serpentea la costa oeste. Pero donde vayas, allí te llevas. Don es incapaz de huir de sí mismo.
Una vida creativa más allá del miedo
Gilbert nos anima en su relato de inspiración a vencer al miedo, porque el miedo siempre acompaña cualquier acto creativo sea de la naturaleza que sea, pero no está al mando, al volante del coche de la creatividad estás tú, y al miedo lo aceptas y lo sientas en el asiento del copiloto mientras tú conduces.
En su libro, Elizabeth nos dice que los seres humanos tenemos una faceta creativa que casi nunca conseguimos o queremos desarrollar por motivos prácticos o personales. Gilbert defiende la necesidad de expresar el tesoro de la creatividad que llevamos dentro superando la verguenza, el miedo a hacer el ridículo, a perder el tiempo, a no valer, a no ser tomada en serio.
La autora de “Comer, amar, rezar” nos inspira para abrazar la parte mística e intangible del acto creativo. La escritora explica cómo tener una relación nutritiva con la inspiración, cómo ser disciplinada pero no tomárselo demasiado en serio, cómo seguir el instinto de la curiosidad, cómo no albergar demasiadas expectativas sin dejarse desanimar y como cada acción codiana (hacer un dibujo, patinar, escribir un poema, decorar la casa alimenta esa parte creativa que forma parte de nuestras vidas.
Elizabeth Gilbert desmitifica por completo la figura del artista maldito y atormentado, y defiende una actitud abierta, recepctiva, positiva, nutritiva en busca de la inspiración como fruto de una curiosidad sana, y una determinación que mantenga elego a raya y que también nos permita aceptar decepciones y fracasos.
La creatividad está en el aire
Por otra parte, Don Draper está abierto a dejarse empapar por ideas allí donde esté, recortando el anuncio de un anuncio de un coche mientras espera a que nazca su tercer hijo en la sala de espera de un hospital, cogiendo fotos familiares para la presentación de su aparato de diapositivas de Kodak, fijándose en el anuncio de un escarabajo Wolkswagen en el que el vacío es el elemento predominante mientras viaja en el tren.
Elizabeth Gilbert nos dice que todos nacemos creativos. Sólo hay que ver a los niños dibujar, inventar, crear, fantasear y obsesionarse con esas fantasías que, a veces, son fuentes de ansiedad y terrores nocturnos. Las niñas imaginativas, Antoñitas las fantásticas, son propensas a las pesadillas y a temer monstruos y horrores. Alguien tan creativa como Sally Draper sueña con fantasmas y se cree que su hermano bebé es una reencarnación de su abuelo Gene.
-Aun no sabemos quién es este bebé y tampoco sabemos quién va a ser. Y eso es maravilloso-le dice Don a su hija.
Esta cuestión se aprecia, muy claramente, también en la película de “Los Fabelman”, en la que Sammy, un Steven Spielberg de niño, se impresiona con la escena de un tren que choca con un coche y descarrila y la reproduce una y otra vez con su tren de juguete. “Quiero tener control sobre lo que pasa”, dice el pequeño Sammy. Su madre, Mitz, le dice que lo grabe en Super 8 y lo vea las veces que sean necesarias, a la vez, puede jugar con su ferrocarril sin provocar choques ni accidentes.
Sin embargo el creador tiene su ego, del que también deriva su creatividad. A Don le desazona cuando Joan se acuesta con un ejecutivo gordo y viejo, para vender la campaña de Jaguar. Y luego más tarde, en un flasforward muy inteligente, el jefe de creativos se planta en la casa de la jefa de secretarias para pedirle que no lo haga, para convencerla de que logrará vender la campaña por su propio talento. Pero ya es demasiado tarde. Por su parte, Harris consigue una participación en la empresa como socia.
El ego interfiere y, a la vez, es necesario en la creatividad. Don Draper tiene un pique de ideas con su creativo de origen judio, que nació en un campo de concentración en Europa, y al final impone su propuesta para realizar un anuncio de helados.
Cuando esperan la visita de los gerifaltes británicos, Cooper le confiesa a Don que “sus jefes quieren descifrar el genio americano” como creativo y le sugiere que le van a promocionar como director creativo de las oficinas de Londres y Nueva York. Don se lo deja caer a Betty, su mujere soñando juntos con su apoteósico futuro. Más tarde, descubrimos que el ascenso se queda en agua de borrajas para frustración de Draper.
En otra secuencia, Conrad Hilton muestra interes por el trabajo de Don. Le llega en un momento de bajón profesional y se ilusiona muchísimo. Pero Hilton es el ejecutivo y mandamás que no es creativo aunque le guste jugar con los creativos a su caprichoso antojo.
-Quiero que me des un consejo gratis.
-Creo que nadie le gusta pensar en un ratón en su hotel.
-La idea fue mía. ¿Se te ocurre algo mejor?
-Sí.
-¿Qué quieres?
-Una oprtunidad con tu empresa.
Como algunos ejectivos de televisión con los guionistas, que creen que saben escribir pero no saben hacer la o con un canuto, Hilton se muestra arrogante y chulesco, con Don. Pero al segundo cambia de actitud, y se muestra amable y paternal.
-Eres mi ángel, como un hijo para mí-le dice Connie Hilton a Don Draper cuando lo saca de su casa en mitad de la noche.
-¿Sabes lo que le mató a Krushev?-le pregunta el millonario al creativo.
-¿Qué?
-Que no podía ir a Dineylandia.
-Esa es buena.
-Pero no quiero política en mi campaña. Sólo quiero que haya bondad y confianza.
Sin embargo lo que Don Draper no sabe es que Connie Hilton es un caramelo envenenado. Dentro de su recubrimiento dorado, sólo hay oscuridad y ganas de humillarlo y dominarle.
-No me has dado lo que quería. Estoy decepcionado, Don.
Precisamente, en la agencia, se pasa del éxtasis al ocaso en un solo segundo cuando, durante una fiesta, una secretaria alocada le corta el pie con una segadora John Deere a la máxima promesa ejecutiva inglesa, Guy.
-Jesús, parece Iwo Jima ahí fuera. Pon una alfombra para que pase Cooper-dice Roger Steerling.
La serie se vuelve gore aunque como recuerda Sterling “no es la primera vez que pasa esto en este negocio”.

En un alarde de creatividad, la pareja más guapa de la serie, Joan y Don, nunca tienen una relación sexual o sentimental.
-Así es la vida, un minuto estas en lo más alto de una montaña. Y después una loca secretaria te corta el pie con un cortacésped-dice Joan a Don sentados en la sala de espera del hospital mientras amputan un pie a Guy, quien ha firmado su muerte profesional.
El capítulo se titula: “Meter la pata en una agencia”. Vaya mala leche.

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Escritora. Autora junto con Gonzalo Toledano del libro “Cómo crear una serie de televisión” (Ediciones T&B) y “El verdadero tercer hombre” (Ediciones del Viento) “Los crímenes de Atapuerca” (Caligrama)
Periodista de RTVE.