Archivo de la categoría: NOVELA «MÁLAGA 82»

Málaga 82. Capítulo 65

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 65

Estoy muy herida con Margarita. Yo se lo he dado todo y ella me ha hecho unos feos que no me merezco. ¿Qué feos? Pues llamar a Pablo y quedar con él y llevarle en su moto vespino. Y decirme que ella tiene libertad y que es como una marinera que se va de viaje y luego me lo cuenta. Una marinera con un hombre en cada puerta. Estoy dolida. Estoy celosísima. Unos celos que me pican en las venas. Me siento herida, abierta en canal. No me quiere. Nunca me ha querido. Sólo he sido la chica que pagaba las copas y de la que se avergonzaba.

No disfruto del dinero del premio lo que me gustaría. Me siento gorda y fea. Con ella soy una fatibomba: ahora sí, ahora no. Prefiero estar sola que en mala compañía. Así que estoy sola en mi habitación.

-Sal un poco a que te de la luz del sol, que te va a dar raquitismo-dice papá.

Yo bajo la vista. Y no sé que decir. La depre es tan poderosa, tan totalitaria, una dictadora consumada que ejerce su terror de facto.

Me pongo a escribir una novela ‘Málaga 82’ para no tirarme al Mediterráneo. No hay futuro. Estaría mejor muerta. No me gusto. No puedo confiar en nadie. La noche mala vuelve a mi memoria. Tengo ganas de vomitar. Nada va a cambiar nunca. Tengo miedo.

La noche oscura del alma se abate sobre mí.

Nuria con su amiga Carmen en El Llagar de Maíquez, un restaurante asturiano que os recomiendo.

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Málaga 82. Capítulo 64

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 64

Mi habitación es mi único mundo posible. Mi habitación es mi único reino. Mi habitación es el patio de mi recreo. Mi habitación es el mar fértil donde me escapo a soñar, a fantasear, a masturbarme, a dormir la siesta, donde acudo a la cita con los placeres del cuerpo y del alma. Pero también es donde me refugio cuando mi visita el viejo vampiro, Lestat, Nosferatu. Llámalo como quieras.

Estoy tumbada en la cama, con el ánimo deprimido, arrebatada por un vértigo existencial, aplastada por una tumba en el pecho que no permite que germinen sentimientos ni vida. El viejo vampiro ha vuelto a visitarme y, esta vez, quiere quedarse. Un insomnio feroz me acosa. No tengo apetito. No tengo impulso de vida. No tengo ganas de hacer nada. Sólo puedo estar en la cama. Mi madre dice que estoy insufrible pero no es verdad, sólo estoy deprimida.

De repente, el timbrazo del teléfono rasga el ambiente submarino de nuestro piso del Paseo Marítimo. No tengo energía para hablar con nadie. No puedo con mi alma y por dolerme, me duele hasta el aliento.

Mi madre coge el teléfono. Su vozarrón de abogada arrogante, acostumbrada a hablar ante un juez, resuena y rebota en las paredes.

-Sí, dígame.

-Sí. Ahora se pone.

Mi madre grita:

-Sara, Sara, Sara.

No me apetece hablar con nadie ni relacionarme con ningún ser humano pero no tengo ni un ápice de energía para discutir con mi madre. No poseo voluntad.

-Voy, ya voy-digo, con un hilillo de voz. Y pienso: no grites tanto, joder. Tengo una angustia que me muero. Una bola negra se expande en mi cerebro. Un monstruo hambriento y maligno coloniza mi ilusión y mi esperanza, dejando tras de sí un territorio baldío.

-Sara, Sara, Sara. Es para ti-mi madre abre la puerta sin llamar y arruga al morro al verme acostada en la cama.

-Que son las doce de la mañana, hija. No puedes seguir así. Levántate.

Su voz estentórea reverbera en las paredes queaprisionan mi cerebro. Cállate, coño. Me va a estallar la cabeza. Tengo un dolor que me trepana el cráneo. ¿Y si bebo un poco de Calvados? Eso me animará o al menos me sedará. En cuanto, cuelgue el teléfono, voy a la despensa, cojo la botella y me bebo un par de chupitos, eso calmará mi ansiedad.

¿Quién quiere hablar conmigo? Tengo la autoestima por los suelos. Me siento un desecho humano, un despojo que vale menos que cero.

-¿Quién es?

-Alma.

De repente, me animo. Mi profesora favorita me llama y ese hecho me excita.

-Ah, ya voy.

Me levanto de la cama, presa de una aturdida confusión. Me dirijo a la cocina, donde está el auricular verde descolgado, encima de una silla. Abajo en la pared hay una caja de cambios color café con leche,con una palanquita que corta la comunicación con el teléfono del salón del fondo. Temboury, el arquitecto que vendió el piso a mis padres utilizaba ese teléfono para hablar con sus amantes. Así evitaba que lo escuchara su mujer. Hasta que lo pilló.

-Hola-digo, fingiendo buen ánimo. Me alegro mucho al oír la voz de Alma.

-Hola, Sara. ¿Qué tal estás?

-Regular. Gracias. ¿Y tú?

-Genial.

-Me alegro.

-¿Te pasa algo en la voz? ¿Estás bien?

-Estaba leyendo-miento.

-No sé, te noto rara.

-Estoy bien-la voz me delata. Pero no poseo voluntad.

-¿A que no sabes por qué te llamo?

-Ni idea.

-¡Felicidades!

-Ah.

-Has ganado el premio de relatos de Coca Cola.

Mi cerebro está lento y va a pedales. Tengo castrástofe cognitiva. Tarda en procesar una eternidad lo que me acaba de decir Alma. De repente, un recuerdo: mi padre llevándonos en su BX blanco a Antón y a mí al Palacio de Congresos de Torremolinos. Papá está contento de que Alma haya escogido a su hija junto con su amigo Antón de su clase de tercero de BUP para presentarse al concurso final, tras haber seleccionado los relatos que han escrito. Habla por los codos. Antón y yo nos reímos hasta el paroxismo con sus anécdotas, excitados y muertos de miedo. Por fin, vemos el edificio que descuella entre bloques de apartamentos color amarillo pastel con balcones enrejados.

Después de que papá aparque su BX, Antón y yo, temblando como hojas, nos metemos en un inmenso salón de actos donde cientos de chicos y chicas hablan en tono muy alto, creando un ruido alucinante que nos aturde y nos pone nerviosos. Realmente, estamos viviendo esta experiencia. Qué subidón.

Los organizadores nos piden que escribamos un cuento sobre la juventud. Nos reparten hojas y bolígrafos con el membrete de Coca Cola impreso.

-Anda, qué guay. Ni me acordaba

-Estoy orgullosa de ti, Sara.

Me ruborizo. Un soplete expulsa llamaradas en el interior de mis mejillas. Me arden los ojos. Los nervios y la más absoluta euforia me comen por dentro.

-Gracias.

-Eres una escritora.

-No sé-balbuceo con falsa modestia.

Quiero preguntar si hay dinero de por medio. Pero no quiero quedar como una cerda avariciosa delante de Alma, mi amor de profesora de Literatura.

Un subidón de narcótica euforia.

-¿En qué te vas a gastar el dinero del premio?

Disimulo como una perra:

-¿Qué dinero?

-El millón de pesetas.

Una dulce sensación de caída, un desmayo brusco hacia las letárgicas aguas de la oscuridad. 

Nuria, con sus amigas Marga y Georgina.

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Málaga 82. Capítulo 61

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 61

Tenemos un plan de escapada. La vida es increíble porque ambas tenemos un plan de ir de excursión, un plan de evasión de la realidad, un plan de apagar el ruido del mundo. 

Me sentía infeliz en el colegio hasta que dejó de importarme. Me sentía una desgraciada en el colegio hasta que me bastó con mi propia compañía. 

Simpre buscaba tener amigas hasta que conocí a Margarita. 

Dos horas antes, ella apareció subida a lomos de su moto, con su pelo pelirrojo, largo y rizado. Me dio un vuelco el corazón. ¡Menuda pinta chula tiene!

-¿Qué haces, niña?¿Esperas al alguien?

-Sí. A ti. 

-¡Planazo!-dice Margarita, subiendo los brazos en dirección al cielo. 

-Estás loca. 

-Sí, por ti. 

Me embarga una inmensa alegría. Tengo ganas de saltar. Tengo ganas de reir. Tengo ganas de correr. Tengo ganas de gritar de pura euforia. 

Margarita ha cargado la moto con una pequeña tienda de campaña, dos sacos de dormir y una mochilas con bebidas y comida.

-Perita. 

Nos acercamos y nos damos un piquito. Me estremezco con una sensación de reconfortante ternura hacia ella.

-¿Qué le has dicho a tus padres?-me pregunta.

-Que me iba a pasar el finde a casa de mi amiga Mónica. 

-Como los tienes de engañaos.

-No sabes tú bien

Me subo detrás de ella. Le agarro la cintura. Margarita arranca la moto.

Frente al mar, Margarita sale de la carretera nacional. Al rato, se desvía hacia un carretera comarcal. Destino: Maro.

En Maro, una ración de paraíso congelada en el tiempo que está en dirección a Almería, hay pinsapares protegidos, una cala maravillosa, el Mediterráneo, el cielo, un dulce día de junio.  

Margarita y yo corremos por la arena, nos bañamos, nos tumbamos a tomar el sol, andamos por el bosque, fumamos cigarrillos, bebemos cerveza, nos tomamos unos deliciosos bocadillos de filete empanado y huevos duros con sal. Nos abrazamos sobre las toallas y nos besamos olvidándonos del tiempo y el espacio.

Media hora más tarde, Margarita se enfada conmigo porque le digo que quiero escribir por las tardes la semana que viene. Me asusto como una niña. La ira me hace sentir pequeña.

-Ya no quieres estar conmigo-dice.

-Claro que sí-le respondo.

-Pero no nos vemos.

-Tengo que escribir.

-¿Todas las tardes? No nos veremos.

La necesidad de acabar de escribir mi novela se hace punzante. De repente, mi manuscrito es lo más importante, lo cual me hace sentir fatal.

-Es importa para mí. Si no no acabaré mi novela.

Que egoísta y mezquina me parece oirme decir mi novela con esa voz aguda.

-Vale. Pues lo dejamos.

Un punzón de hielo me atraviesa el corazón. No respiro.

-¿Estas de coña?

-Tú qué crees.

-No me puedes tratar así.

-No quiero estar todas las tardes sola.

-¿Todas las tardes?

-Sí.

-Pero es muy loco.

-Si no me haces caso lo dejamos.

Una desazón brutal bulle en mi pecho. No respiro. La ansiedad me late en la base de la garganta.

Nuria con su hijo.

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Málaga 82. Capítulo 60

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 60

Margarita conduce hacia la cima de una colina con su Vespino. Yo voy de paquete detrás, temblando de emoción, hecha un flan de excitación y nervios. El paisaje es impresionante: el cielo, la montaña, el mar bañados por la luz dorada de Málaga que es pura belleza. La naturaleza posee una hermosura honda y azul. Se me pone los pelos como escarpias. 

Al fondo, avizoro la plaza, el Mediterráneo con su latido azul y profundo. A la derecha, unas montañas cárdenas se recortan como un circo que nos protege de miradas indiscretas. 

Un sensación de bienestar me recorre de la cabeza a los pies.  

Me siento tan viva. La exaltación me acompaña durante todo el camino a Maro.

Nuria, con amigas.

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Málaga 82. Capítulo 58

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 58

-Tengo mucho miedo de que lo nuestro se estropee-me dice Margarita mientras nadamos en el mar, en la playa de El Palo. 

-¿Que es lo nuestro?

-Algo especial.

-Algo especial que no sabe nadie. Me muero ahora mismo y nadie sabría que estamos juntas.

Siento un golpe en el corazón. Pero disimulo sonriendo de oreja a oreja como si no pasara nada. Noto una luz que arde en mi interior. Noto una luz que arde en su interior.

Margarita y yo resplandecemos como faros en medio de una galerna.

-No me veo a mí misma de médico. Si hasta la sangre me da susto-me dice. 

-Cámbiate a Bellas Artes-le respondo. 

-¿Estás de coña?

-Se te da genial pintar. Todo el rato estás pintando.

-Picasso nació en Málaga aunque los franchutes se lo hayan apropiado.

-Pues tú, otra genia.

-¿Y tú?

-Madrid me espera. Periodismo.

-Seguro que si me ves por la Facultad ni me saludas.

-Nunca haría eso, Margarita.

-Vale, Bellas Artes. A la mierda el dinero.  

Nuria con sus amigas Marga y Gabi.

Málaga 82. Capítulo 55

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. La historia de amor de Sara y Margarita.

Capítulo 55

Después de hacer el amor, Margarita y yo charlamos en la cama, hablamos de esto y de lo otro, de lo divino y de lo humano. 

-La gente cree que soy insoportable-digo poniendo en mi boca las palabras de mi madre. 

-No es verdad. 

-¿No?

-Eres tímida. 

-¿Y tú?

-A veces, pienso que soy tonta. 

-No es verdad. Sólo te cuesta valorarte. Eres muy lista. 

-Estoy hecha un lío. 

-Yo también. Sólo sé que me gustas-le digo mientras me acerco a ella y la beso. 

-¿Te gusta alguien del cole?

-No

-¿Y Pablo?

-No va en serio.

-Es guapo y le gustas.

-No sé.

-Ya. 

-Tú también eres guapa.

No sé qué decir después del subidón de pura alegría que me desborda.

¿Qué vas a hacer en la Uni?

-Medicina. 

-¿Te gusta?

-Lo odio.

-¿Entonces?

-A mi padre le da un perrengue si no lo hago.

-Yo te veo más haciendo Bellas Artes con lo bien que dibujas.

-Eso no lo puede hacer que no tenga dinero.

-No es verdad.

-Ya, claro.

-En serio, le das demasiado importancia al dinero. 

-Y tú demasiado poca porque lo tienes.

Touché. Bueno, yo te veo en Bellas Artes delante de un modelo buenorro desnudo. ¿Tú crees que se empalman?

-Qué va. Son profesionales.

-Ja, ja, ja.

-Ja, ja, ja.

-¿Por qué tú me ves y los demás no?

-Porque yo estoy enamorada de ti.

 -No digas eso.

-¿Por qué?

-Porque da mala suerte. 

Nuria con compañeros de Televisión Española, después de entrevistar a José Ángel Izquierdo, @Jaicano, el fotógrafo de Las Cuatro Torres de Madrid.

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Málaga 82. Capítulo 52

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 52

-Hija, por lo visto has hecho un partidazo-dice Javier a Margarita, en la cocina de nuestro chalet, mientras bebe un vaso de agua.

-¿Quién te lo ha dicho?

-Sara me lo ha contado.

 Busco a Margarita por toda la casa, recorro los pasillos y las habitaciones. Por fin, la encuentro en el salón mirando un cuadro, con suma concentración. Una ráfaga de luz la ilumina como si fuera la Virgen María. Me acerco a ella, con el corazón en un puño, los latidos rugiendo en mis venas, frágil y vulnerable.

-Es de Joaquín Mir-digo mientras tiemblo como una hoja, con la sensación de que estoy a punto de desintegrarme.

-Mola.

-¿Lo quieres?

-¿Estás de coña?

-No.

-No puedo.

-Vale. Tus amigas saben qué dibujas. Pero no les interesa el arte. 

-No, están a otro rollo.

-Ya, al rollo de vacilar con quien se enrollan.

-Sí. 

Se ríe y baja la cabeza como una potrilla tímida. Ese gesto suyo me encanta. Estoy locamente enamorada de esa chica. Necesito estar con ella todo el rato.

-Contigo es diferente-dice Margarita.

-¿Por qué?

-Tú me ves.

-Eso seguro-me rio.

– ¿Te gusto de verdad?

-Sí.

– ¿En serio?

-En serio.

-¿Como amiga o para salir?

-Para salir. 

Noto cómo me arden las mejillas. Tengo la cara en llamas.

-Te has puesto roja.

-Sí. Es un defecto que tengo.

-No quiero que nadie lo sepa.

-Nadie lo va a saber. Te lo juro.

Margarita se acerca a mi cara y me besa con una dulzura exasperante que me licúa por dentro.

-Será nuestro secreto. Nadie nos puede ver.

-Nadie nos verá.

Me vuelve a besar y yo exploro con la lengua sus labios, su lengua, su boca.

– ¿Te ha gustado?

-Sí. Es mi primer beso.

– ¿De verdad?

-De verdad

– ¿De verdad de la buena?

-De verdad de la buena.

Ella me mira con una expresión tan sorprendida que resulta cómica.

-No se lo cuentes a nadie en el cole.

-Soy una tumba. Además, no tengo amigas a quien contar nada. Soy una borde. 

-No, no eres borde. Sólo sufres.

-Qué profunda.

Me rio de los nervios. Las carcajadas me recorren el cuerpo y me hacen doblarme de risa y de excitación. 

 Cuando Margarita Rodríguez se marcha con su padre, en su Seat 1430 azul marino viejo y cochambroso, me tumbo en mi cama, bajo el póster de James Dean caminando por las calles de Nueva York, por Times Square, arrebujado en su abrigo, bajo una lluvia heladora, en 1955 mientras siento una bestial ráfaga de felicidad. Sonrío al techo. Mi vida en blanco y negro ha pasado a estar en tecnicolor.

Nuria, con su hijo.

Málaga 82. Capítulo 50

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. Una historia de amor en Málaga 82.

Capítulo 50

Para Margarita debió ser una honda humillación acompañar a trabajar a su padre en nuestro jardín de nuestro chalet de Marbella. Tras la muerte de la madre de Margarita, todo se había derrumbado cómo una pirámide de naipes en su familia. Javier, el padre de Margarita, había mentido a sus hijos. No era abogado sino jardinero y manitas para todo. El dinero lo conseguía de un fondo de inversiones que tenía la madre. Pero todo se había pulverizado porque ya no quedaba más dinero. No quedaba más pasta que rascar ni más mentiras qué amortizar. Estaban en la ruina.

Javier se lo había contado a Margarita, y ella -después del trauma de perder a su madre a quien adoraba- se lo tomó bastante bien. A mi amiga, poco le importaban los cuentos de su progenitor mientras pagara las cuentas y cuidara de ella y de sus dos hermanos. Le preocupaba mucho más Martín, su hermano con Síndrome de Down. pPnsar en su futuro le desazonaba mucho. Pero ¿qué podía hacer?

Margarita ya sabía que, en cuanto cumpliera los 16 años, se pondría a trabajar de camarera en cualquier garito de la noche de Málaga, para ganar dinero poniendo copas a tipos borrachos y lujuriosos que se querrían meter dentro de sus bragas. Pero quería compaginar el trabajo con los estudios. No había abandonado su sueño de ir a la Universidad. Sabía que era el único billete de salida para escapar de la ratonera de su claustrofóbica y exigente familia.

En cambio, mi vida estaba en sus antípodas: mi familia era rica, tenía un chaletazo en Marbella, cerca de la playa con palmeras que acunaba la brisa del Mediterráneo. Yo iba a ir a estudiar Periodismo a Madrid con todos los gastos pagados sin preocuparme por tener que trabajar en trabajos basura, sin angustiarme por el dinero.

Pero el jardín nos unió a Margarita y a mí.

Mi padre había creado un jardín pantagruelico plantando naranjos, limoneros, ciruelos, nísperos, manzanos, higueras, fresas y rosales de tres tipos diferentes: los que daban rosas de té, los que daban rosas de pitiminí y los que daban rosas rojas como la sangre. Había plantado también césped en las cuadtro laderas del terreno, y árboles llorones en la piscina vallado por una cerca de varas de aluminio cruzada. 

Los Rojas solíamos pasar allí los fines de semana. Como  yo no tenía amigos, a mí me daba igual. Sólo era un agujero más grande y más cómodo donde esconderme.

Tras la muerte súbita y brutal de la madre de Margarita de un ataque al corazón, ella había cambiado de personalidad. Había dejado de ser la niña dulce y bien adaptada a la que todo el mundo quería e invitaba a sus fiestas y se había vuelto feroz y rebelde, una lenguaraz indomable, una loba herida que hería con su lengua vitriólica que escupía veneno a cualquiera que se le acercara.

Para Margarita, la muerte de su madre supuso el fin de su adolescencia. Y me avergüenza mucho pensar que a mí me beneficio. La muerte de su madre abrió la puerta de nuestra relación e hizo que ella se fijara en mí después del desastre del tornado emocional que había destrozado su vida.

Sin duda, en la vida de mi amiga, hubo un antes y un después de morir su madre.  El trauma abolió su felicidad. A partir de ese traumático momento, tuvo que ocuparse de Martín, hacer las tareas domésticas, fregar, planchar, limpiar la casa, hacer las camas, barrer, cocinar. Conoció las verdades inquietantes de su familia. La vida le robó la inocencia, le cortó las alas y le echó veinte años encima.

En Marbella, una tarde de verano, cielos azules, palmeras verdes, yo estaba tumbada en la toalla junto a la piscina mientras leía «Orgullo y Prejuicio» de Jane Austen cuando la vi entrar por la puerta del jardín con cara de vergüenza siguiendo a su padre y cargando con una pala y un rastrillo. Su padre le llevaba la delantera empujando una carretilla llena de mantillo de estiércol.

La miré. Me miró. Me puse roja. La cara me ardía de emoción y excitación y culpa. ¿Me tenía rencor porque yo presenciaba cómo ella había empezado a formar parte del servicio de mi familia? Tuve miedo de que me odiara.

La miré. Me miró. La sonreí. No me devolvió la sonrisa.

Yo seguí leyendo «Orgullo y prejuicio», sin poder concentrarme mientras miraba cómo Margarita empujaba un cortacésped por nuestro jardín. Con unos pantalones vaqueros cortos y deshilachados, y una camiseta blanca empapada en sudor, estaba guapísima. 

Tuve la fantasía de levantarme. Acercarme a ella. Apagar el cortacésped. Coger su cara entre mis manos y besarla, explorarla con mi lengua, besarla para siempre, sin importar la gente, sin importar las barreras que nos separaban. 

Me levanté y me acerqué a Margarita, con timidez, más cortada que una paraguaya. 

-Valor, Sara, valor-me dije a mí misma, mentalmente.-Vamos, que tú puedes-añadí para mi coleto.  

Caundo me vio, no apagó el cortacesped que hacía un ruido infernal. Siguió trabajando como si nada.  

-¿Cómo estas?-le pregunté. 

No me oía. Hizo un gesto de llevarse el dedo índice a la oreja para indicarme que no me escuchaba. 

-¿Estás bien?-le pregunté. 

Me enfadé al ver que Margarita me ignoraba, y apagué el cortacesped. Se vlvió hacia mí como una loba furiosa. 

-¿Qué haces?

-Te estoy hablando. 

-Vale, perdona, tú mandas. Eres la hija del jefe. 

-No digas chorradas. 

Suspiro de puro hastío. 

-¿Qué pasa? 

¿Cómo estás?

Algo se aflojó en su interior. Su cara de desmoronó. Me miró con los ojos llenos de lágrimas. La barbilla le temblaba. 

-No se como estoy. 

-Normal. Es muy fuerte lo que te ha pasado. 

-Me parece increíble que mamá esté muerta. Me levanto y digo: voy a contar tal cosa a mamá, le va a hacer gracia, o al salir de clase quieo llamarla, me meto en la cabina y marco el número de casa. Luego me acuerdo, y el dolor es tan fuerte. 

-Te entiendo.  

-¿Por qué, Sara? ¿Por qué ha tenido que pasar esto? Me parece estar dentro de una pesadilla. 

Sin mediar palabra, la abracé con toda la fuerza de mi amor, con toda la potencia de mi consuelo. Me desgarré de ternura por ella. Margarita me devolvió el abrazó, que duró una eternidad.  

Nuria con sus amigas Mercedes y Carmen. Quien hace la foto es otro amigo: Ángel Cabello.

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Una historia de amor en Málaga 82.

Málaga 82. Capítulo 48

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 48

Margarita abrió la puerta de su casa. Entramos en la penumbra de su apartamento, oscuro y pobretón, donde reinaba un olor a puchero. En el salón, había fotos gigantes de la comunión de su hermano y ella. Llamó a Martín, el hermano pequeño, al que quería presentarme. Pero nadie contestó.

Un silencio oscuro y tenso se podía cortar con un cuchillo. Me di cuenta de que Margarita se inquietaba como si alguien hubiera metido su cabeza en una bolsa de plástico.

-Martín…

-Martín, cariñito, donde estas. Ven que quiero que conozcas a una amiga.

Pero el chico no aparecía por ningún lado, lo cual, empática que es una, también me agobió a mí. Tuve un presentimiento de que algo muy malo iba a pasar. Intuí que se avecinaba una desgracia. Y no, no me rondaba mi vieja amiga, la depresión.

La puerta del baño estaba cerrada. Silencio absoluto.

De repente, oí unos sollozos quedos, unos lloros muy tristes que me helaron el corazón.

Margarita había desaparecido por un pasillo oscuro. Un grito de negra desesperación rasgó el aire. Un lamento de honda pena empapó el apartamento.

-No, mamá.

Corrí al fondo del pasillo, de dónde procedía la llantina. Entré en la habitación de los padres de Margarita. La vi agarrada a su madre, que yacía inerme en sus brazos. Margarita lloraba como una magdalena, con un desconsuelo tan grande, que me hizo temblar por dentro.

La realidad tenía ese aspecto irreal que tienen las tragedias en la vida.

La abracé. Temblaba como una hoja. Toqué el brazo de su madre. Estaba frío como el hielo. Tenía los labios cianóticos. Un hilo de sangre le desbordaba la boca abierta.

Era una visión aterradora.  

Estaba muerta. ¿Y su hermano?

Desanduve mis pasos, dándome golpes contra las paredescomo si estuviera borracha. Fui al salón buscando por los muebles y las mesillas, un teléfono. ¿Dónde estaba el jodido teléfono? No lo veía. Había un aparador con la colección completa en VHS de las películas de «Sissy, emperatriz», interpretada por una joven y guapísima Romy Schneider, una enciclopedia sobre el saber universal, encuadernada en tapas duras color verde esmeralda.

El rumor de los sollozos me taladró la cabeza. Tragué una bola de angustia que me tensó la tripa.

Esto no estaba pasando. Era una pesadilla de la que pronto me despertaría. 

La autora del blog con sus amigas Gabi y Marga.

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«Málaga 82». Capítulo 45

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 45

Margarita y yo caminamos por el Paseo de Reding, bordeamos el cementerio inglés, el restaurante Adolfo, los edificios amarillos de los militares, la tienda de regalos La azalea, donde Mónica y yo le hemos comprado meses un collar de regalo a Virginia, la lideresa guapa y lista de la clase que viene de Barcelona, lo que le da mucho caché en la remota y estancada Málaga de los años 80.
Mónica solía llevar unos pantalones Bermuda anchos y demasiado grandes, que se nota de aquí a Lima, ya vé, que son de su madre. Virginia, que es muy abeja reina, le da al pico diciendo que, cuando Mónica se pone ropa de su madre, le queda como un tiro de mierda. Virginia era mi amiga pero, a la vez, me da mucho susto porque sí critica así a Mónica que es más amiga que yo, cómo me pondrá a mí.
Hace tres meses, a la nefanda hora de comer en el apestoso comedor de León XIII, María Ángeles me soltó que Virginia sólo me aceptaba como amiga y salía conmigo porque yo era amiga de Mónica. Aunque yo no la creí porque María Ángeles era un bicho de primera categoría, marca mayor.
Sin embargo, un mes más tarde, cuando Virginia y yo volvíamos del retiro de silencio en los montes de Antequera, con el cura Vicente, que nos daba religión en el León XIII y al que le gustaba frotarse los huevos contra el pico del pupitre mientras nos miraba fijo y nos hablaba quedamente, le dije Virginia que María Ángeles contaba ese cuento pero que yo no me tragaba la bola. Pero, de repente, Virginia se quedó más que callada que una zorra, azorada como una palomita. Enrojeció como una amapola.
Se hizo un silencio cuajado de significado. Y como si me peor enemiga me hubiera tirado un pedrazo en la frente, me di cuenta, con infinito horror, que lo que contaba María Ángeles, por muy puta que fuera, era una verdad como una catedral.
Vaya putada.
Un aimportante verdad de la vida se me reveló mientras andábamos Virginia y yo, en sepulcral silencio, por el Paseo de Sancha. Me sentí violenta y temblorosa como si alguien me hubiese arrebatado la inocencia de pronto, con una cruel bofetada en plena cara.
Zasca.
Qué mal, vieja.
Ese momento fue uno de los más tristes descubrimientos de mi adolescencia. 

Pero ahora ya da igual porque Mónica se ha ido a Madrid y Virginia a Barcelona, y yo me he quedado sin amigas.
Ahora estoy con Margarita y el tiempo y el espacio se han congelado, atrapados en una pegajosa y gigantesca bola de ámbar.

-¿Qué quieres ser de mayor?

-Escritora.

-¿Por qué?

-Porque para mí no hay nada más. Pero tengo que ganarme la vida. Mi madre dice que soy una irresponsable.

-Qué maja tu madre.

-Pero no estoy segura. Estoy hecha un lío. Qué mierda de edad prohibida. 
-Ya vé
-Como el libro que nos mandó Amelia.

-Yo no lo leí. 

-¿Y eso?
-No, sé. Yo creo que soy tonta. 
-Para nada. 
-Se me juntan las letras y es un lío, se me apelotonan como patas de mosca.
Se me estremeció el corazón. Me quedé horrorizada.

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