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«Jurek»: la pasión de un inconformista

El domingo pasado se cumplieron 31 años del accidente que le costó la vida al alpinista Jerzy Kukutzcka en la cara sur del Lhotse. Confieso que siento debilidad por los documentales sobre los alpinistas. Me flipó «Dawn Wall» sobre el legendario escalador Tommy Caldwell, secuestrado hace años en Kirguistán, quien superó un bajo estado anímico escalando, junto con su compañero Kevin Jorgeson, 900 metros, en la modalidad de escalada libre, la cara más escarpada de una legendaria roca: la Dawn Wall de El Capitán. Así que no pude resistir a la tentación de sumergirme en el documental «Jurek». Un rebelde con causa.

A Jerzy le gustaba la fiesta, beber vodka y la risa.

Cuando era crío, Jurek se escapaba de clase para irse a subir montañas, libre y fuera de la cárcel del colegio. Su vida era la montaña desde la más tierna infancia. Sin embargo, Jurek nunca pensó en hacerse profesional. Provenía de un familia obrera y nada presagiaba que se fuera a dedicarse al alpinismo.

Pero Jurek vivió su pasión y apuró su vida al límite, le gustaba vivir sus épocas de escalada, en la frontera entre la vida y la muerte, según él mismo confiesa para que «la vida tuviera color» y sentir, con mayor intensidad ,las temporadas de descanso y vida en familia.

Lo que me llama más la atención del documental es la evocación de un tiempo inocente, de vida al aire libre, de sencillez, inmediatez y momentos presentes sin móviles ni conexiones a internet. Una vida desconectada, en la que un hombre se enfrentaba al reto de escalar un ochomil a pulso.

Más interesante que las peripecias montañeras es la poderosa personalidad de Jerzy: sus ganas de jugar, arriesgar y disfrutar, su entusiasmo sin límites, su unicidad, su capacidad para prestar atención como un niño, porque, en el fondo, Jerzy nunca dejó de ser un niño ni de vivir la vida con la inocencia e inmediatez de un niño.

Jerzy con compañeros de aventuras y escalada

Era una época más romántica la de finales de los 70 y principios de los 80. Subir al Everest aún no se había convertido en una aventura comercial. Jurek subía sin oxígeno a la cima como un grande. Decía que quería jugar limpio con la montaña. Jerzy era un romántico.

Me chifla ver las fiestas que celebraba el equipo polaco en Katmandú y en el campo base, las expediciones con colegas, las ascensiones contra todo riesgo, la genialidad de Jurek, su rivalidad con Messner a la hora de conseguir ser el primero en alcanzar la cumbre de los catorce ochomiles que hay en el mundo, su sencillez y cercanía, su tenacidad y amor a la montaña. Todo eso y mucho más se refleja en el documental «Jurek».

Perder la vida

Pero también me planteo, mientras veo el documental, todo lo que se perdió Kukuczka al matarse en uno de los últimos tramos del Lhotse: ver crecer a sus hijos, vivir su vida, disfrutar de su familia, experimentar tantas sensaciones, emociones, experiencias. En definitiva: vivir.

Uno de sus hijos pasea por Katmandú y dice que no recuerda a su padre. Sus amigos, más gordos, viejos, sí lo que quieras, siguen vivos.

Un documental sobre el legendario escalador Jerzy Kukuczka. Segunda persona en el mundo en subir los 14 ochomiles. 

Puedes ver «Jurek» en Netflix.

Un rebelde con causa.

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