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«Málaga 82». Capítulo 37

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 37

Margarita y yo nos vimos en la playa. Era las fiestas de San Juan, cuando las aguas del Jordán manaban por todos los ríos, por todos los mares, y había hogueras y moragas por todas partes. La orilla estaba llena de gente. La algarabía intoxicaba, con su alegría juvenil, el ambiente. La animación se cuajaba en las llamas crepitantes de los fuegos, en las charlas y risas, en el olor a humo, a cerveza, y a salitre tocados por la gloriosa explosión del verano.  

Ambas habíamos quedado lejos de la Malagueta porque esa playa estaba llena de chusmones ya que paraba el autobús quince justo enfrente. 

Yo estaba en las nubes ,en trance, envuelta en un maravilloso y alterado estado de conciencia. En la acera, en el paseo Maríítimo había mucha gente, con bolsas, con litronas, con vino, con gaseosa para hacer sangría, con salchichas y panceta para la moraga, que es una barbacoa en la playa. 

Yo llevaba una botella del mejor vino que había encontrado en mi casa, un Pesquera, que de extranjis había robado a mis padres. Me sentía muy excitada, caminando a cuarenta metros del suelo.Con mi libro de ‘Crimen y Castigo’ bajo el brazo y un puñado de folios dentrode lamochila para escribir eltrabajo de Literatura a Margarita.

Debía esforzarme en que colara con Alma, no podía escribirlo demasiado bien, pero ya soñaba triunfal en desarrollar todas mis habilidades literarias delante de Margarita, sintiéndome la reina de la mambo, súper guay, a tope, flotando y volando en mi fantasía más loca como un caballo desbocado. 

Era demasiado bueno para ser verdad. 

Calla, aguafiestas.  

Oh, iba a ser tan perita. Qué bonita era la vida. Qué bello era vivir. 

Gracias Fiódor Dostoyesky por dar alas a mi amor. Yo te bendigo allí dónde estés Fiódor, allí, en el Olimpo de los literatos grandes y eternos.   

«Crimen y Castigo», qué novelón. Me escaldó de tal manera, me centrifuga mis tripas y mi cerebro de forma tan brutal que decido que nada me importa en la vida como tarea salvo escribir. 

No me parece tan interesante y absorbente y llena de sentido ninguna otra profesión salvo la de escritora. Ni cámara, ni periodista, ni médico, ni abogado, ni profesora, ni traductora. 

Escribir es mi obsesión. Es lo único que me importa en la vida. 

Escribir es mi vocación, una sensación de llamada muy poderosa que viene de dentro. 

Escribir, escribir, escribir, sino me obsesiono no llegaré a nada. Al menos, con todas mis dudas, con todas mis zozobras, eso lo sé.

Avisto a Margarita en la playa y el corazón me da un vuelco. Aunque, de repente, se me cae el alma a los pies. 

María Ángeles está con ella.  

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«Los crímenes de Atapuerca». Capítulo 3

Sinopsis

Queridas lectoras: comparto con vosotras el tercer capítulo de mi novela «Los crímenes de Atapuerca». Os recuerdo la historia:

A Miriam Sinaloa, una estudiante de 16 años que visita en yacimiento de Atapuerca, la asesinan dentro de la Sima de los Huesos. El crimen más increíble de Atapuerca.

La inspectora Luisa Baeza dirige la investigación del asesinato de la adolescente mientras se enfrenta a una profunda crisis personal y se obsesiona con un caso en el que busca una redención.

Hay secretos que no puedes enterrar para siempre.

Capítulo 3

Mientras conduce, Luisa se pierde el cielo diáfano y luminoso, sin rastro de nubes y las vistas a la sierra de la Demanda, en la que se crio y que conoce como la palma de su mano. Su mente absorbe toda su atención y borra la realidad que la rodea como si fuera una bayeta húmeda que friega los restos de suciedad sobre una mesa.

Luisa anticipa y escenifica en su mente la discusión que sabe que va a tener con su madre nada más llegar a Atapuerca.

Mar, su hermana pequeña, ya no quiere cuidar más de su madre, y esta no puede vivir sola, a pesar de que sea lo que ella quiere. Luisa quiere ingresarla en una residencia. Si algo tiene claro es que ella no va a cuidar de su madre. Mamá es bipolar y no se toma la medicación, lo que va a ser una juerga para toda la familia. Mamá está en estado maníaco. Fuegos artificiales, champán descorchándose, risas como burbujas resplandecientes en la noche.

Mar le ha dicho a Luisa que todos estos años lleva ella ocupándose de mamá, que no es justo. Mamá está demente y quiere dominar a toda la familia como ha hecho durante toda su vida. Ha incendiado la casa en un descuido, y Luis, el marido de Mar, un santo varón, le ha dado un ultimátum a su hermana: o él o su madre se van de casa. Mar, además, tiene dos niñas, la menor de dos años. ¿Podría Luisa vivir con ella durante unos días ahora que ha vuelto a Burgos?

No, coño, no.

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El crimen más increíble de Atapuerca.

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Puedes leer la novela completa y gratuitamente en mi Wattpad.

«Málaga 82» Bar Manhattan

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año.

Capítulo 4

Aquella tarde sentí una sensación horrorosa y al a vez de líquido éxtasis. El nerviosismo, la flojera me hicieron temblar las piernas como gelatina. Luego el dolor de una flecha atravesó mi pecho. No, no era la valquiria negra que clavaba un cristal en mi alma.

Intuí que mi profesora de Literatura, aficionada al Pedro Ximénez y a las faldas hippies, me admiraba. Era porque le había gustado cómo estaba escrito el trabajo sobre Crimen y Castigo de Dostoevsky. Me sentí pletórica, destinada a hacer grandes cosas. Yo quería gustar a Alma por encima de todas las cosas. Brutal. Solo tenía quince años y mi profesora de Literatura creía que escribía bien. Era maravilloso. La vida era fantástica. Si no hubiese querido quedar bien delante de ella, me habría echado a llorar como una bebé recién nacida. Me deshice por dentro.

Me di cuenta de cómo me miraba Alma, y tuve la sensación de que me considerante brillante e irritante a la vez, ingeniosa pero vaga, depredadora y peligrosa, excéntrica e inquietante. Ser consciente de cómo me veía ella me turbó tanto que me enrojecí como un camión de bomberos.

Cuando mi profesora me conociera de verdad, se daría cuenta de que no tenía nada que decir. No era una escritora de verdad. Era una impostora, una falsaria. Pero yo no se lo iba a decir. Quería seguir viendo ese brillo que tenía en los ojos cuando me miraba, notar ese tirón de emoción en la oscuridad, la lluvia, y las calles desiertas.

Por nada del mundo, quería volver a mi desgana desfondada y melancólica de segundo de BUP, aunque ya por entonces había descubierto que el alcohol otorgaba una pátina mágica al mundo. Además, todos los escritores bebían, ¿no?

-Quedamos en Manhattan, entonces.

-Vale. Allí nos vemos.

-A las ocho y media. ¿Quieres que te baje la cuesta en coche?

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Málaga 82. Capítulo 3

Sinopsis

Málaga 82. Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la «insignificante» ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año.

Capítulo 3

-¿A qué horas a acabas aquí? Ahora tengo clase pero nos podemos tomar una cerveza luego-preguntó Alma, mi profesora de Literatura en el Leon XIII.

-Claro-dije mientras hacía un esfuerzo para que no se me notara que temblaba como gelatina y el corazón me latía muy fuerte como si se fuera a salir del pecho. Me quedé muda. Buscaba en mi cabeza desesperadamente algo que decir pero no se me ocurría nada.

Qué infierno. Ay, ay, ay…

Esa tarde de junio tampoco llevaba dinero encima, había olvidado robar las monedas de 500 pesetas doradas y grandes del monedero de piel marrón de mi madre que guardaba en el bolso de su mesilla, con el ansia en la boca, el miedo a que pillaran con las manos en la masa. Ya había ocurrido. Yo ya había falsificado unos cheques de viajes de cientos de dólares de una carterita de plastico que tenían mis padres en el primer cajón del escritorio del salón del fondo, había imitado la firma de mi madre, por delante y por detrás cuando me advirtió el empleado de Correos que el cheque tenía que ir firmado por detrás tambien. Pasé un miedo aterrador, la policía me iba a detener en cualquier momento por ladrona de lo peor y me sentí perseguida y atrapada. Un bola de niquel y óxido me atoró la garganta. Al día siguiente volví con la firma falsificada por detrás en el cheque, con mucho cuidado de esquivar al mismo funcionario que me había acechado.

No me sentía culpable. Sólo me sentía pletórica por ser rica por ser capaz de despilfarrar mi dinero e invitar a Antón a cervezas en el Manhattan camino a su casa, el bloque de edificios nuevo delante de la playa de los baños del Carmen, donde moriría demasiado pronto, demasiado injustamente, 35 años después de esta historia. Hay muertes que llegan como tragedias, tan callando, sin avisar, la de mi amigo Antón -éramos uña y carne-fue una de esas muertes. Dulce niebla sobre el mar Mediterráneo, amargo río de llanto en la cala escondida enfrente de la clínica del parque San Antonio. Tres años después fuimos con mi hermana Marta a la Feria de Málaga, y Antón dijo que era más divertido con Paka con quien se había peleado en Madrid y ya no contaba con él para ir a la Feria.

Sentí un viento frío soplando dentro de mí. Antón y yo manteníamos una relación de amor y odio. Yo le quería más de lo que él me quería a mí. Él llevaba la sartén por el mango.

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