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Málaga 82. Capítulo 66

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 66

Lloro en la cama como si un vampiro me hubiera sorbido el alma y fuera una cáscara vacía. Me agarro a la almohada y cuando siento el ataque de desesperación me aferro a ella y miro la ventana no con ansias de morir sino sólo de acabar con el sufrimiento.

Margarita me ha dejado. Los peores recuerdos de esa terrible noche y de todo lo malo emergen en mi conciencia como tóxicos icebergs negros. Una tumba me oprime el pecho.

Deambulo ciega por la habitación. La luz me hace daño a los ojos. Me da miendo esta antesala de la muerte mientras bebo la oscura leche del firmamento.

Un pozo negro me engulle y miro la ventana. Sin saber cómo tengo una pierna al otro lado del quicio. De repente, mi padre entra en la habitación e impide que me suicide.

Con mi amiga Gabi en un mercado de Lisboa.

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Málaga 82. Capítulo 64

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 64

Mi habitación es mi único mundo posible. Mi habitación es mi único reino. Mi habitación es el patio de mi recreo. Mi habitación es el mar fértil donde me escapo a soñar, a fantasear, a masturbarme, a dormir la siesta, donde acudo a la cita con los placeres del cuerpo y del alma. Pero también es donde me refugio cuando mi visita el viejo vampiro, Lestat, Nosferatu. Llámalo como quieras.

Estoy tumbada en la cama, con el ánimo deprimido, arrebatada por un vértigo existencial, aplastada por una tumba en el pecho que no permite que germinen sentimientos ni vida. El viejo vampiro ha vuelto a visitarme y, esta vez, quiere quedarse. Un insomnio feroz me acosa. No tengo apetito. No tengo impulso de vida. No tengo ganas de hacer nada. Sólo puedo estar en la cama. Mi madre dice que estoy insufrible pero no es verdad, sólo estoy deprimida.

De repente, el timbrazo del teléfono rasga el ambiente submarino de nuestro piso del Paseo Marítimo. No tengo energía para hablar con nadie. No puedo con mi alma y por dolerme, me duele hasta el aliento.

Mi madre coge el teléfono. Su vozarrón de abogada arrogante, acostumbrada a hablar ante un juez, resuena y rebota en las paredes.

-Sí, dígame.

-Sí. Ahora se pone.

Mi madre grita:

-Sara, Sara, Sara.

No me apetece hablar con nadie ni relacionarme con ningún ser humano pero no tengo ni un ápice de energía para discutir con mi madre. No poseo voluntad.

-Voy, ya voy-digo, con un hilillo de voz. Y pienso: no grites tanto, joder. Tengo una angustia que me muero. Una bola negra se expande en mi cerebro. Un monstruo hambriento y maligno coloniza mi ilusión y mi esperanza, dejando tras de sí un territorio baldío.

-Sara, Sara, Sara. Es para ti-mi madre abre la puerta sin llamar y arruga al morro al verme acostada en la cama.

-Que son las doce de la mañana, hija. No puedes seguir así. Levántate.

Su voz estentórea reverbera en las paredes queaprisionan mi cerebro. Cállate, coño. Me va a estallar la cabeza. Tengo un dolor que me trepana el cráneo. ¿Y si bebo un poco de Calvados? Eso me animará o al menos me sedará. En cuanto, cuelgue el teléfono, voy a la despensa, cojo la botella y me bebo un par de chupitos, eso calmará mi ansiedad.

¿Quién quiere hablar conmigo? Tengo la autoestima por los suelos. Me siento un desecho humano, un despojo que vale menos que cero.

-¿Quién es?

-Alma.

De repente, me animo. Mi profesora favorita me llama y ese hecho me excita.

-Ah, ya voy.

Me levanto de la cama, presa de una aturdida confusión. Me dirijo a la cocina, donde está el auricular verde descolgado, encima de una silla. Abajo en la pared hay una caja de cambios color café con leche,con una palanquita que corta la comunicación con el teléfono del salón del fondo. Temboury, el arquitecto que vendió el piso a mis padres utilizaba ese teléfono para hablar con sus amantes. Así evitaba que lo escuchara su mujer. Hasta que lo pilló.

-Hola-digo, fingiendo buen ánimo. Me alegro mucho al oír la voz de Alma.

-Hola, Sara. ¿Qué tal estás?

-Regular. Gracias. ¿Y tú?

-Genial.

-Me alegro.

-¿Te pasa algo en la voz? ¿Estás bien?

-Estaba leyendo-miento.

-No sé, te noto rara.

-Estoy bien-la voz me delata. Pero no poseo voluntad.

-¿A que no sabes por qué te llamo?

-Ni idea.

-¡Felicidades!

-Ah.

-Has ganado el premio de relatos de Coca Cola.

Mi cerebro está lento y va a pedales. Tengo castrástofe cognitiva. Tarda en procesar una eternidad lo que me acaba de decir Alma. De repente, un recuerdo: mi padre llevándonos en su BX blanco a Antón y a mí al Palacio de Congresos de Torremolinos. Papá está contento de que Alma haya escogido a su hija junto con su amigo Antón de su clase de tercero de BUP para presentarse al concurso final, tras haber seleccionado los relatos que han escrito. Habla por los codos. Antón y yo nos reímos hasta el paroxismo con sus anécdotas, excitados y muertos de miedo. Por fin, vemos el edificio que descuella entre bloques de apartamentos color amarillo pastel con balcones enrejados.

Después de que papá aparque su BX, Antón y yo, temblando como hojas, nos metemos en un inmenso salón de actos donde cientos de chicos y chicas hablan en tono muy alto, creando un ruido alucinante que nos aturde y nos pone nerviosos. Realmente, estamos viviendo esta experiencia. Qué subidón.

Los organizadores nos piden que escribamos un cuento sobre la juventud. Nos reparten hojas y bolígrafos con el membrete de Coca Cola impreso.

-Anda, qué guay. Ni me acordaba

-Estoy orgullosa de ti, Sara.

Me ruborizo. Un soplete expulsa llamaradas en el interior de mis mejillas. Me arden los ojos. Los nervios y la más absoluta euforia me comen por dentro.

-Gracias.

-Eres una escritora.

-No sé-balbuceo con falsa modestia.

Quiero preguntar si hay dinero de por medio. Pero no quiero quedar como una cerda avariciosa delante de Alma, mi amor de profesora de Literatura.

Un subidón de narcótica euforia.

-¿En qué te vas a gastar el dinero del premio?

Disimulo como una perra:

-¿Qué dinero?

-El millón de pesetas.

Una dulce sensación de caída, un desmayo brusco hacia las letárgicas aguas de la oscuridad. 

Nuria, con sus amigas Marga y Georgina.

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Málaga 82. Capítulo 63

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 63

Al salir del portal del Paseo Marítimo, un fogonazo brutal de luz me deslumbró. Ah, la luz de Málaga, qué poderosa era en la dorada mañana. La luz de Cádiz era blanca. Pero la luz de Málaga era amarilla y me hacía amar la vida.

Oí unos sollozos a mi izquierda. Torcí el cuello para mirar de dónde provenía la pena. Margarita, sentada en el escalón blanco de la entrada, lloraba como una niña, con el corazón encogido. Cuando me vio, se levantó, avanzó lenta hacia mí, me abrazó.

El corazón me dio un vuelco.

-Lo siento. He sido una gilipollas-dijo.

El corazón me latía como si se me fuera a salir del pecho. Las pulsaciones doblaron su velocidad. La garganta me dolía, y la voz me tembló al hablar:

-Ya ha pasado. Esto también pasará.

Lloramos la una en brazos de la otra.

Nos reconciliamos.

Una semana más tarde, con el dinero del concurso de relatos de la Coca Cola, Margarita y yo nos vamos a Florencia y a Roma. Al principio, cuando le propongo el plan, ella no quiere. Que si me da palo, que qué vergüenza que lo pagues tú todo, que me da mucho corte, Sara, ‘har favó’, que si es una pechá. Pero intuyo sus ganas de viajar y de tener unas vacaciones de verdad. Fébril, con increíble excitación, busco estrategias en mi mente para convencerla y tiro de una argumento que he visto en innumerables películas americanas.

-Sólo es un préstamo. Me lo devolveras. 

-¿Cuándo, Sara?

-Cuando seas rica y famosa. 

-Nunca lo seré. 

-No seas bocacabra. 

-En serio. 

-En un futuro, cuando tus cuadros cuesten un riñón. 

-Sigue soñando. 

-¿A quién hago daño soñando?

-No, si en eso tienes razón. Soñar es gratis. 

-Vamos, Margarita, hazlo por mí. De verdad. Me haces un favor. Es un viaje que siempre me ha hecho una ilusión tremenda-dije abriendo los brazos y mirando el cielo-¡Italia-.

Mi amiga se queda en silencio. Cuando termina de dar vueltas a la cabeza y de dudar, me dice amusgando los ojos y señalándome con el dedo índice, admonitorio: 

-Vale, pero sólo es un préstamo. 

-Sí. ¡Gracias!

Doy saltos de alegría. Bailo una danza india a su alrededor mientras a ella le da la risa floja.  Soy felicidad.

Nuria con sus amigas Marga y Gabi.

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Málaga 82. Capítulo 61

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 61

Tenemos un plan de escapada. La vida es increíble porque ambas tenemos un plan de ir de excursión, un plan de evasión de la realidad, un plan de apagar el ruido del mundo. 

Me sentía infeliz en el colegio hasta que dejó de importarme. Me sentía una desgraciada en el colegio hasta que me bastó con mi propia compañía. 

Simpre buscaba tener amigas hasta que conocí a Margarita. 

Dos horas antes, ella apareció subida a lomos de su moto, con su pelo pelirrojo, largo y rizado. Me dio un vuelco el corazón. ¡Menuda pinta chula tiene!

-¿Qué haces, niña?¿Esperas al alguien?

-Sí. A ti. 

-¡Planazo!-dice Margarita, subiendo los brazos en dirección al cielo. 

-Estás loca. 

-Sí, por ti. 

Me embarga una inmensa alegría. Tengo ganas de saltar. Tengo ganas de reir. Tengo ganas de correr. Tengo ganas de gritar de pura euforia. 

Margarita ha cargado la moto con una pequeña tienda de campaña, dos sacos de dormir y una mochilas con bebidas y comida.

-Perita. 

Nos acercamos y nos damos un piquito. Me estremezco con una sensación de reconfortante ternura hacia ella.

-¿Qué le has dicho a tus padres?-me pregunta.

-Que me iba a pasar el finde a casa de mi amiga Mónica. 

-Como los tienes de engañaos.

-No sabes tú bien

Me subo detrás de ella. Le agarro la cintura. Margarita arranca la moto.

Frente al mar, Margarita sale de la carretera nacional. Al rato, se desvía hacia un carretera comarcal. Destino: Maro.

En Maro, una ración de paraíso congelada en el tiempo que está en dirección a Almería, hay pinsapares protegidos, una cala maravillosa, el Mediterráneo, el cielo, un dulce día de junio.  

Margarita y yo corremos por la arena, nos bañamos, nos tumbamos a tomar el sol, andamos por el bosque, fumamos cigarrillos, bebemos cerveza, nos tomamos unos deliciosos bocadillos de filete empanado y huevos duros con sal. Nos abrazamos sobre las toallas y nos besamos olvidándonos del tiempo y el espacio.

Media hora más tarde, Margarita se enfada conmigo porque le digo que quiero escribir por las tardes la semana que viene. Me asusto como una niña. La ira me hace sentir pequeña.

-Ya no quieres estar conmigo-dice.

-Claro que sí-le respondo.

-Pero no nos vemos.

-Tengo que escribir.

-¿Todas las tardes? No nos veremos.

La necesidad de acabar de escribir mi novela se hace punzante. De repente, mi manuscrito es lo más importante, lo cual me hace sentir fatal.

-Es importa para mí. Si no no acabaré mi novela.

Que egoísta y mezquina me parece oirme decir mi novela con esa voz aguda.

-Vale. Pues lo dejamos.

Un punzón de hielo me atraviesa el corazón. No respiro.

-¿Estas de coña?

-Tú qué crees.

-No me puedes tratar así.

-No quiero estar todas las tardes sola.

-¿Todas las tardes?

-Sí.

-Pero es muy loco.

-Si no me haces caso lo dejamos.

Una desazón brutal bulle en mi pecho. No respiro. La ansiedad me late en la base de la garganta.

Nuria con su hijo.

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Málaga 82. Capítulo 55

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. La historia de amor de Sara y Margarita.

Capítulo 55

Después de hacer el amor, Margarita y yo charlamos en la cama, hablamos de esto y de lo otro, de lo divino y de lo humano. 

-La gente cree que soy insoportable-digo poniendo en mi boca las palabras de mi madre. 

-No es verdad. 

-¿No?

-Eres tímida. 

-¿Y tú?

-A veces, pienso que soy tonta. 

-No es verdad. Sólo te cuesta valorarte. Eres muy lista. 

-Estoy hecha un lío. 

-Yo también. Sólo sé que me gustas-le digo mientras me acerco a ella y la beso. 

-¿Te gusta alguien del cole?

-No

-¿Y Pablo?

-No va en serio.

-Es guapo y le gustas.

-No sé.

-Ya. 

-Tú también eres guapa.

No sé qué decir después del subidón de pura alegría que me desborda.

¿Qué vas a hacer en la Uni?

-Medicina. 

-¿Te gusta?

-Lo odio.

-¿Entonces?

-A mi padre le da un perrengue si no lo hago.

-Yo te veo más haciendo Bellas Artes con lo bien que dibujas.

-Eso no lo puede hacer que no tenga dinero.

-No es verdad.

-Ya, claro.

-En serio, le das demasiado importancia al dinero. 

-Y tú demasiado poca porque lo tienes.

Touché. Bueno, yo te veo en Bellas Artes delante de un modelo buenorro desnudo. ¿Tú crees que se empalman?

-Qué va. Son profesionales.

-Ja, ja, ja.

-Ja, ja, ja.

-¿Por qué tú me ves y los demás no?

-Porque yo estoy enamorada de ti.

 -No digas eso.

-¿Por qué?

-Porque da mala suerte. 

Nuria con compañeros de Televisión Española, después de entrevistar a José Ángel Izquierdo, @Jaicano, el fotógrafo de Las Cuatro Torres de Madrid.

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Málaga 82. Capítulo 51

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 51

Málaga en la década de los 80 no tenía nada qué ver con la ciudad que se ha puesto de moda de ahora. 

Era un lugar maravilloso pero poco importante y atrasado viniendo de Madrid. Una de las razones por las que estudié Periodismo en La Complutense de Madrid fue para irme de la ciudad y escapar de mi casa. 

Hace 35 años, aprendí que a las escalinatas de la calle Carretería le llamaban «La tribuna de los pobres», que  el monte San Antón respondía al nombre de «Las tetas de Málaga», que todo el mundo sabía que la catedral era «La manquita» porque le faltaba una torre (se gastó el dinero) y que la antigua playa de La Malagueta tenía el apelativo de «Lavachochos».

Ja, ja, ja, ja. Me parto la caja. Que guasón y qué inocente parece ahora todo. 

El edificio de la sede de La Junta de Andalucía se llamaba «er edificio quemaó». Muchos años después cambió de nombre y la gente se refería a él como «El Michael Jackson». 

Flípalo. 

La taberna del Pimpi era un sitio cutre que olía a vino y que un vino dulce te costaba menos de 100 pesetas. Yo iba con mi amigo Antón y con mi amiga Gaby. 

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Málaga 82. Capítulo 50

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. Una historia de amor en Málaga 82.

Capítulo 50

Para Margarita debió ser una honda humillación acompañar a trabajar a su padre en nuestro jardín de nuestro chalet de Marbella. Tras la muerte de la madre de Margarita, todo se había derrumbado cómo una pirámide de naipes en su familia. Javier, el padre de Margarita, había mentido a sus hijos. No era abogado sino jardinero y manitas para todo. El dinero lo conseguía de un fondo de inversiones que tenía la madre. Pero todo se había pulverizado porque ya no quedaba más dinero. No quedaba más pasta que rascar ni más mentiras qué amortizar. Estaban en la ruina.

Javier se lo había contado a Margarita, y ella -después del trauma de perder a su madre a quien adoraba- se lo tomó bastante bien. A mi amiga, poco le importaban los cuentos de su progenitor mientras pagara las cuentas y cuidara de ella y de sus dos hermanos. Le preocupaba mucho más Martín, su hermano con Síndrome de Down. pPnsar en su futuro le desazonaba mucho. Pero ¿qué podía hacer?

Margarita ya sabía que, en cuanto cumpliera los 16 años, se pondría a trabajar de camarera en cualquier garito de la noche de Málaga, para ganar dinero poniendo copas a tipos borrachos y lujuriosos que se querrían meter dentro de sus bragas. Pero quería compaginar el trabajo con los estudios. No había abandonado su sueño de ir a la Universidad. Sabía que era el único billete de salida para escapar de la ratonera de su claustrofóbica y exigente familia.

En cambio, mi vida estaba en sus antípodas: mi familia era rica, tenía un chaletazo en Marbella, cerca de la playa con palmeras que acunaba la brisa del Mediterráneo. Yo iba a ir a estudiar Periodismo a Madrid con todos los gastos pagados sin preocuparme por tener que trabajar en trabajos basura, sin angustiarme por el dinero.

Pero el jardín nos unió a Margarita y a mí.

Mi padre había creado un jardín pantagruelico plantando naranjos, limoneros, ciruelos, nísperos, manzanos, higueras, fresas y rosales de tres tipos diferentes: los que daban rosas de té, los que daban rosas de pitiminí y los que daban rosas rojas como la sangre. Había plantado también césped en las cuadtro laderas del terreno, y árboles llorones en la piscina vallado por una cerca de varas de aluminio cruzada. 

Los Rojas solíamos pasar allí los fines de semana. Como  yo no tenía amigos, a mí me daba igual. Sólo era un agujero más grande y más cómodo donde esconderme.

Tras la muerte súbita y brutal de la madre de Margarita de un ataque al corazón, ella había cambiado de personalidad. Había dejado de ser la niña dulce y bien adaptada a la que todo el mundo quería e invitaba a sus fiestas y se había vuelto feroz y rebelde, una lenguaraz indomable, una loba herida que hería con su lengua vitriólica que escupía veneno a cualquiera que se le acercara.

Para Margarita, la muerte de su madre supuso el fin de su adolescencia. Y me avergüenza mucho pensar que a mí me beneficio. La muerte de su madre abrió la puerta de nuestra relación e hizo que ella se fijara en mí después del desastre del tornado emocional que había destrozado su vida.

Sin duda, en la vida de mi amiga, hubo un antes y un después de morir su madre.  El trauma abolió su felicidad. A partir de ese traumático momento, tuvo que ocuparse de Martín, hacer las tareas domésticas, fregar, planchar, limpiar la casa, hacer las camas, barrer, cocinar. Conoció las verdades inquietantes de su familia. La vida le robó la inocencia, le cortó las alas y le echó veinte años encima.

En Marbella, una tarde de verano, cielos azules, palmeras verdes, yo estaba tumbada en la toalla junto a la piscina mientras leía «Orgullo y Prejuicio» de Jane Austen cuando la vi entrar por la puerta del jardín con cara de vergüenza siguiendo a su padre y cargando con una pala y un rastrillo. Su padre le llevaba la delantera empujando una carretilla llena de mantillo de estiércol.

La miré. Me miró. Me puse roja. La cara me ardía de emoción y excitación y culpa. ¿Me tenía rencor porque yo presenciaba cómo ella había empezado a formar parte del servicio de mi familia? Tuve miedo de que me odiara.

La miré. Me miró. La sonreí. No me devolvió la sonrisa.

Yo seguí leyendo «Orgullo y prejuicio», sin poder concentrarme mientras miraba cómo Margarita empujaba un cortacésped por nuestro jardín. Con unos pantalones vaqueros cortos y deshilachados, y una camiseta blanca empapada en sudor, estaba guapísima. 

Tuve la fantasía de levantarme. Acercarme a ella. Apagar el cortacésped. Coger su cara entre mis manos y besarla, explorarla con mi lengua, besarla para siempre, sin importar la gente, sin importar las barreras que nos separaban. 

Me levanté y me acerqué a Margarita, con timidez, más cortada que una paraguaya. 

-Valor, Sara, valor-me dije a mí misma, mentalmente.-Vamos, que tú puedes-añadí para mi coleto.  

Caundo me vio, no apagó el cortacesped que hacía un ruido infernal. Siguió trabajando como si nada.  

-¿Cómo estas?-le pregunté. 

No me oía. Hizo un gesto de llevarse el dedo índice a la oreja para indicarme que no me escuchaba. 

-¿Estás bien?-le pregunté. 

Me enfadé al ver que Margarita me ignoraba, y apagué el cortacesped. Se vlvió hacia mí como una loba furiosa. 

-¿Qué haces?

-Te estoy hablando. 

-Vale, perdona, tú mandas. Eres la hija del jefe. 

-No digas chorradas. 

Suspiro de puro hastío. 

-¿Qué pasa? 

¿Cómo estás?

Algo se aflojó en su interior. Su cara de desmoronó. Me miró con los ojos llenos de lágrimas. La barbilla le temblaba. 

-No se como estoy. 

-Normal. Es muy fuerte lo que te ha pasado. 

-Me parece increíble que mamá esté muerta. Me levanto y digo: voy a contar tal cosa a mamá, le va a hacer gracia, o al salir de clase quieo llamarla, me meto en la cabina y marco el número de casa. Luego me acuerdo, y el dolor es tan fuerte. 

-Te entiendo.  

-¿Por qué, Sara? ¿Por qué ha tenido que pasar esto? Me parece estar dentro de una pesadilla. 

Sin mediar palabra, la abracé con toda la fuerza de mi amor, con toda la potencia de mi consuelo. Me desgarré de ternura por ella. Margarita me devolvió el abrazó, que duró una eternidad.  

Nuria con sus amigas Mercedes y Carmen. Quien hace la foto es otro amigo: Ángel Cabello.

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Una historia de amor en Málaga 82.

Málaga 82. Capítulo 48

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 48

Margarita abrió la puerta de su casa. Entramos en la penumbra de su apartamento, oscuro y pobretón, donde reinaba un olor a puchero. En el salón, había fotos gigantes de la comunión de su hermano y ella. Llamó a Martín, el hermano pequeño, al que quería presentarme. Pero nadie contestó.

Un silencio oscuro y tenso se podía cortar con un cuchillo. Me di cuenta de que Margarita se inquietaba como si alguien hubiera metido su cabeza en una bolsa de plástico.

-Martín…

-Martín, cariñito, donde estas. Ven que quiero que conozcas a una amiga.

Pero el chico no aparecía por ningún lado, lo cual, empática que es una, también me agobió a mí. Tuve un presentimiento de que algo muy malo iba a pasar. Intuí que se avecinaba una desgracia. Y no, no me rondaba mi vieja amiga, la depresión.

La puerta del baño estaba cerrada. Silencio absoluto.

De repente, oí unos sollozos quedos, unos lloros muy tristes que me helaron el corazón.

Margarita había desaparecido por un pasillo oscuro. Un grito de negra desesperación rasgó el aire. Un lamento de honda pena empapó el apartamento.

-No, mamá.

Corrí al fondo del pasillo, de dónde procedía la llantina. Entré en la habitación de los padres de Margarita. La vi agarrada a su madre, que yacía inerme en sus brazos. Margarita lloraba como una magdalena, con un desconsuelo tan grande, que me hizo temblar por dentro.

La realidad tenía ese aspecto irreal que tienen las tragedias en la vida.

La abracé. Temblaba como una hoja. Toqué el brazo de su madre. Estaba frío como el hielo. Tenía los labios cianóticos. Un hilo de sangre le desbordaba la boca abierta.

Era una visión aterradora.  

Estaba muerta. ¿Y su hermano?

Desanduve mis pasos, dándome golpes contra las paredescomo si estuviera borracha. Fui al salón buscando por los muebles y las mesillas, un teléfono. ¿Dónde estaba el jodido teléfono? No lo veía. Había un aparador con la colección completa en VHS de las películas de «Sissy, emperatriz», interpretada por una joven y guapísima Romy Schneider, una enciclopedia sobre el saber universal, encuadernada en tapas duras color verde esmeralda.

El rumor de los sollozos me taladró la cabeza. Tragué una bola de angustia que me tensó la tripa.

Esto no estaba pasando. Era una pesadilla de la que pronto me despertaría. 

La autora del blog con sus amigas Gabi y Marga.

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«Málaga 82». Capítulo 47

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. Una novela juvenil lgtbi.

Capítulo 47

Dos días después, cuando yo ya creía que había salido de la vida de Margarita definitivamente, me quedé muy sorprendida al pedirme ella que la acompañara a su casa. Me di cuenta de que -como Neil Armstrong, un pequeñito paso para el hombre, un gran paso para la humanidad- yo había dado un gigantesco paso en mi lírico y obsesivo enamoramiento de la chica de mi vida. Había roto su muro de su desconfianza.
Sentí un alivio increíble al darme cuenta de que por una liza absurda, triste triste empresa si no es de amor, mi enamorada había empezado a verme con otros ojos.
Gracias Dios mío, te debo una.
Digo. Te debo un monton. Y te pagare las deudas con creces, amando con profundidad y verdad a tu hija Margarita.
Si me otorgas esta gloriosa merced nunca volvere a pedirte nada más, nunca volveré a quejarme porque no soy guapa. Te lo juro.
Aunque estaba hecha mixtos y tenía las piernas como arena molida, exhausta, resacosa, con la boca de esparto y una sed alucinada, le dije que sí porque estaba locamente enamorada de ella. Sin embargo no me imaginaba cómo esa noche iba a cambiar mi vida para siempre, ni qué giro de guion me tenía preparado el destino.

Margarita y yo nos metimos por la calle Carreterías y acabamos en el barrio de Capuchinos, un sitio feo y dejado de la mano de Dios, con edificios apelotonados sin ton ni son y basura en la acera.
No me siento orgullosa de ello pero, secretamente, me alegré de que yo tuviera más nivel social y más dinero que ella porque así podía ofrecerle algo en la vida además de mi carácter y el relumbre de mis sentimientos, con los que tenía miedo de agotarla porque yo  ya con quince años, era una intensita de cuidado, aunque, curiosamente, Margarita parecía inmune a la fascinación por el dinero. Esa era una de las cosas que más me gustaba de ella.
Tenía valores y esos valores me deslumbraban y me suspendían en una felicidad extática.
-¿En que piensas?
Me devané los sesos pero sólo hallé un telúrico vacío existencial, sólo atisbé un absoluto agotamiento mental y físico en mí. No debería haber bebido tanto porque luego me quedaba hecha polvo, con un puñal de culpa y desesperación en el alma. Tenía que dejar de trasegarme hasta el agua de los jarrones. Pero, en aquella época, sólo quería pasármelo bien y ser feliz, dejar atrás mi vida de empollona triste y solitaria. Además, en mi entorno, empinar el codo era natural y normal. Todo el mundo lo hacía. Sábado de borrachera, domingo de lamentación. No tenia ni idea de cómo iba a perder la dignidad y la libertad por el consumo de alcohol. Por supuesto  yo era pendular y me iba de un extremo a otro haciéndome daño en el proceso. No había oído hablar del auras mediocritas de Aristóteles y aunque hubiera oído hablar de esa idea me habría atraído más la brillantez que el sosiego del equilibrio
En aquella época, no tenía ni idea de que era PAS, una persona altamente sensible, ni sabía  que el exceso de estímulos me saturada, necesitaba escaparme a mi soledad y a mi Mediterráneo para repararme interiormente y escribir, leer, y ver cine eran mis vías de escape que recuperar mi centro. Con tres heridas viene: la del amor, la de la vida y la de la muerte.
-Qué rara eres-dijo mi madre con sibilino tono de desprecio. Me sentí muy herida y me encerré más en mí misma.
Mamá, ¿qué haces aquí? Estoy con Margarita, viviendo un amor que me hace sentir viva y que tú no entenderás así que pasen veinte años.
Subimos por la calle Dos aceras, bordeamos la librería Proteo y Prometeo donde mi padre me había abierto una cuenta para que los sábados sacará los libros que me diera la gana leer. ¿Qué padre hacía eso? Sólo mi padre.
Ambas acabamos recalando en un queda y recoleta placita que estaba justo en frente de la calle Beatas desde la cual yo había visto la única procesión que me interesaba de la Semana Santa de Málaga: Servitas.
-¿Te apetece conocer a mi hermano?

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Una novela juvenil lgtbi.

«Málaga 82». Capítulo 45

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 45

Margarita y yo caminamos por el Paseo de Reding, bordeamos el cementerio inglés, el restaurante Adolfo, los edificios amarillos de los militares, la tienda de regalos La azalea, donde Mónica y yo le hemos comprado meses un collar de regalo a Virginia, la lideresa guapa y lista de la clase que viene de Barcelona, lo que le da mucho caché en la remota y estancada Málaga de los años 80.
Mónica solía llevar unos pantalones Bermuda anchos y demasiado grandes, que se nota de aquí a Lima, ya vé, que son de su madre. Virginia, que es muy abeja reina, le da al pico diciendo que, cuando Mónica se pone ropa de su madre, le queda como un tiro de mierda. Virginia era mi amiga pero, a la vez, me da mucho susto porque sí critica así a Mónica que es más amiga que yo, cómo me pondrá a mí.
Hace tres meses, a la nefanda hora de comer en el apestoso comedor de León XIII, María Ángeles me soltó que Virginia sólo me aceptaba como amiga y salía conmigo porque yo era amiga de Mónica. Aunque yo no la creí porque María Ángeles era un bicho de primera categoría, marca mayor.
Sin embargo, un mes más tarde, cuando Virginia y yo volvíamos del retiro de silencio en los montes de Antequera, con el cura Vicente, que nos daba religión en el León XIII y al que le gustaba frotarse los huevos contra el pico del pupitre mientras nos miraba fijo y nos hablaba quedamente, le dije Virginia que María Ángeles contaba ese cuento pero que yo no me tragaba la bola. Pero, de repente, Virginia se quedó más que callada que una zorra, azorada como una palomita. Enrojeció como una amapola.
Se hizo un silencio cuajado de significado. Y como si me peor enemiga me hubiera tirado un pedrazo en la frente, me di cuenta, con infinito horror, que lo que contaba María Ángeles, por muy puta que fuera, era una verdad como una catedral.
Vaya putada.
Un aimportante verdad de la vida se me reveló mientras andábamos Virginia y yo, en sepulcral silencio, por el Paseo de Sancha. Me sentí violenta y temblorosa como si alguien me hubiese arrebatado la inocencia de pronto, con una cruel bofetada en plena cara.
Zasca.
Qué mal, vieja.
Ese momento fue uno de los más tristes descubrimientos de mi adolescencia. 

Pero ahora ya da igual porque Mónica se ha ido a Madrid y Virginia a Barcelona, y yo me he quedado sin amigas.
Ahora estoy con Margarita y el tiempo y el espacio se han congelado, atrapados en una pegajosa y gigantesca bola de ámbar.

-¿Qué quieres ser de mayor?

-Escritora.

-¿Por qué?

-Porque para mí no hay nada más. Pero tengo que ganarme la vida. Mi madre dice que soy una irresponsable.

-Qué maja tu madre.

-Pero no estoy segura. Estoy hecha un lío. Qué mierda de edad prohibida. 
-Ya vé
-Como el libro que nos mandó Amelia.

-Yo no lo leí. 

-¿Y eso?
-No, sé. Yo creo que soy tonta. 
-Para nada. 
-Se me juntan las letras y es un lío, se me apelotonan como patas de mosca.
Se me estremeció el corazón. Me quedé horrorizada.

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