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Málaga 82. Capítulo 65

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 65

Estoy muy herida con Margarita. Yo se lo he dado todo y ella me ha hecho unos feos que no me merezco. ¿Qué feos? Pues llamar a Pablo y quedar con él y llevarle en su moto vespino. Y decirme que ella tiene libertad y que es como una marinera que se va de viaje y luego me lo cuenta. Una marinera con un hombre en cada puerta. Estoy dolida. Estoy celosísima. Unos celos que me pican en las venas. Me siento herida, abierta en canal. No me quiere. Nunca me ha querido. Sólo he sido la chica que pagaba las copas y de la que se avergonzaba.

No disfruto del dinero del premio lo que me gustaría. Me siento gorda y fea. Con ella soy una fatibomba: ahora sí, ahora no. Prefiero estar sola que en mala compañía. Así que estoy sola en mi habitación.

-Sal un poco a que te de la luz del sol, que te va a dar raquitismo-dice papá.

Yo bajo la vista. Y no sé que decir. La depre es tan poderosa, tan totalitaria, una dictadora consumada que ejerce su terror de facto.

Me pongo a escribir una novela ‘Málaga 82’ para no tirarme al Mediterráneo. No hay futuro. Estaría mejor muerta. No me gusto. No puedo confiar en nadie. La noche mala vuelve a mi memoria. Tengo ganas de vomitar. Nada va a cambiar nunca. Tengo miedo.

La noche oscura del alma se abate sobre mí.

Nuria con su amiga Carmen en El Llagar de Maíquez, un restaurante asturiano que os recomiendo.

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«Málaga 82». Capítulo 26

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 26

Ahora treinta y cinco años después recuerdo a mi primer amor, Margarita, y escribo en mi cuaderno de notas de la Spain Film Commission que me ha regalado G.: narrar con humor y con ternura los conflictos de una adolescente muy tímida que tiene ataques de angustia y no puede hablar en público, que no sólo no logra integrarse en su nuevo instituto sino que es atacada y víctima de bromas pesadas al saberse que es lesbiana y está enamorada de  Margarita, una compañera, que niega ese amor. Ella al principio participa en las bromas hasta que empieza a sentir algo por la protagonista.

No se si llegaré a buen puerto con esta novela. Pero me evade del aburrimiento-tedio-frustración del mediodía de la vida, cuando me ronda, salaz y astuto, el diablo meridiano. 

Tomo más notas con el bolígrafo Shaffer que me dejó en herencia mi padre muerto. Dorado y de frío y agradable tacto, corre la tinta sobre aas páginas de unos cuadernos que me chiflan. 

Ah, el stajanovista trabajo en un programa feminista en Torrespaña, «Las gafas moradas», no me ha drenado toda la energía. Estoy exhausta pero feliz mientras escribo «Primer amor». 

Aún no me he desengañado del mágico juego de la escritura, aún no está la batalla perdida, aún tengo ilusiones y tormentas furiosas repicando en mis venas.   

Gracias a Dios. 

Escribir es una gracia, un don, pero, para mí, tiene mucho de traabajo. Recortar, revisar, pensar, captar esa idea aquí y allá, a ratos perdidos, mientras lo mejor de la cabeza se lo lleva el útil-inútil periodismo que practico en Televisión Española. 

Ah, Margarita. Quería vivir en una casa en una montaña contigo a solas y darlo todo por ti como el teniente Glahn en «Pan» de Knut Hamsum. Yo no me disparé al pie, pero me llevé por delante una violación por defenderte. Y ya no pude volver a verte nunca más porque no me soportaba a mí misma ni aquella noche de alcohol, furia e idiotas.   

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«Málaga 82». Capítulo 18

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 18

Pablo vivía en el Limonar, la zona más pija de Málaga. Tenía un casoplón con un jardín fragante y sedoso bajo la noche azul. Estaba justo enfrente de la discoteca Lemon, que haciendo honor a su nombre, tenía una rodaja de limón gigante de neón en lo alto, que irradiaba un amarillo fosforito que perforaba la oscuridad nocturna y atraía magnéticamente a las polillas.

Llegué aterrorizada a la fiesta, con un tembleque en el corazón que me afectaba a todo mi ser, rumiando mil excusas para no empujar la cancela del jardín, pero ¿qué hago yo aquí? Pablo no me ha invitado, lo voy a pasar fatal, se van a meter conmigo, voy a ser el hazmerreír de la fiesta, lo voy a pasar fatal, hasta que le dije a la voz de la valquiria negra que atormentaba mi cabeza:

-¡Cállate! No puedo más contigo. Voy a entrar en esa fiesta, ¿entiendes? Aunque sea lo último que haga en la vida.

El jardín estaba decorado de espumillón de Navidad y globos rosas y púrpura atados con cordeles a los troncos de los árboles, velitas encendidas en los escalones de la escalera de piedra que ascendía hacia la entrada. Pablo se lo había currado.

En el salón atronaba ·Take on me». El chalet era una apología absoluta del grupo A-HA, porque había posters de los tres músicos de Oslo por todas las paredes.

Entré, al borde del paro cardiaco y busqué alguna cara amiga pero no encontré ninguna.

Para que los demás no se dieran cuande de que estaba desplazada, y no tenía amigos ni nadie con quien hablar, simulé tener una dirección a la que ir, fingí tener una cosa urgente qué hacer, y así, aparentando una seguridad que estaba muy lejos de sentir, me recorrí la planta baja del salón admirando las facciones agraciadas de Morten Harket.

Había gentío, barullo, y botellas de whisky, ginebra, coñac, ron negrita, ponche, coñac Soberano, vino, y cerveza, Coca Cola, Fanta de naranja, Fanta de limón, Trinaranjus, Bitter Kas, cuencos de aceitunas y patatas fritas por todas las mesas.

Yo no sabía dónde meterme. Me sentía como un pulpo en un garaje.

El flipante riff de sintetizador de Magne: nanan- nana-nananannanananana…..

We’re talking away
I don’t know what
I’m to say I’ll say it anyway
Today’s another day to find you
Shying away
I’ll be coming for your love, okay?

Pero, a mi terror le impuse valor. Y aparentando una gelida elegancia, una descuidada indiferencia, como si el mundo me importara una mierda, silenciosa y serena, busqué a Margarita con la mirada.

¿Dónde estaba Cenicienta? ¿Por qué no la veía? ¿Me estaría buscando ella también?

Take on me (take on me)
Take me on (take on me)
I’ll be gone
In a day or two
.

So needless to say
I’m odds and ends
But I’ll be stumbling away
Slowly learning that life is okay
Say after me
It’s no better to be safe than sorry.

Ah, qué genial es estar enamorada. No necesitas nada más en el mundo. Ya eres feliz con lo que tienes, y esa dulce euforia te hace volar por encima de las mezquindades y oscuridades de la vida. Nada te importa salvo ella, que te parte en dos.

Entonces la vi. Caía la luz de la lámpara de araña del techo sobre su pelo suelo y rizado color coñac. Estaba guapísima. Con esa dulce expresión en sus facciones de despiste cósmico.

Oh Margarita, gracias Dios mío por haber puesto a esta criatura sobre la tierra y haber a esta pobre infeliz, feliz.

El corazón se me paró. De repente, Pablo la abrazó y la besó. Y ella le correspondió. La música se apagó. Y una pena muy grande me punzó.

¿Qué me había creído? Margarita estaba enamorada de Pablo y Pablo de Margarita. ¿Cómo había podido albergar unas esperanzas tan delirantes? Estaba loca perdida.

En el salón, el silencio absorbió el ruido. Empezó a nevar.

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«Málaga 82». Capítulo 12

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 12

Margarita era una jugadora de balonmano fantástica. Se movía con agilidad por el campo, se elevaba en el aire, y suspendida en un momento de gracia infinita, tiraba a puerta. Gol. Gol. Y más Gol. Era la Messi del balonmano en el León XIII. Además era una jugadora fuerte, que se fajaba en las situaciones más complicadas del juego. No rehuía el contacto. Margarita se fajaba con las jugadoras más duras, sin ningún miedo. Yo la miraba con una baba fascinada cayéndome por la barbilla. Era maravillosa. Mi corazón me dolía nada más verla porque su mera presencia cambiaba la calidad del ambiente.

Para jugar, Margarita se recogía su preciosa melena rizada en una coleta y corría arriba y abajo por la cancha de cemento granuloso color granate y verde oliva.

Al colegio León XIII, al principio, la obra del polideportivo le había salido mal, había intentado abaratar costes y en el solado se habían abierto unas inmensas grietas. Antonio aka El jardinero siniestro, con ayuda de unos obreros, habían levantado los grandes bloques reventados y los habían tirado al barranco que daba al monte, una cuesta terrosa café con leche muy empinaba que desembocaba a una ladera seca salpicada de jaramago, cardos borriqueros y olivos centenarios. En 1982 no existía el concepto de reciclaje o puntos limpios. La gente hacía lo que le daba la gana.

Cuando salíamos a correr a campo a través-la única actividad de gimnasia que me molaba, saltar al potro, al plinto, al caballo me contraía el estómago de nervios y me daba ganas de potar, en el balonmano era una inútil con patas, cero coordinación y cero recepción de pelota, lo de dar pases adelantados para que la otra jugadora no interrumpiese su carrera se me daba como el culo, yo daba el paso atrasado y ella perdía la pelota y llegó un momento en la que las otras jugadoras dejaron de pasarme la pelota, y yo me sentía una desazón cósmica, una rabia ante el vacío existencial y mi propio fracaso-me gustaba seguir a Margarita y desgajarnos del grupo, adelantándonos camino del colegio de Las Esclavas. Me daba la sensación de que corríamos solas, lejos de la manada, Llegábamos al pretil del patio jadeantes, exhaustas, con los pies cansados por el cansancio, y nos mirábamos y nos sonreíamos. El resto ‘del tiempo se resumía en una panoplia de momentos aburridos y sórdidos en el León XIII, hastío y controles sorpresa y estudiar el Bienio liberal, la década ominosa con el gilipollas de Fernando VII.

Me jodió, que Cayetana, una de las jugadoras estrellas del nuestro equipo de balonmano -jugábamos la clase A contra la B, yo por mi apellido, Rojas, siempre caía en el saco de la clase B, me daba igual porque me habían sentado en la misma mesa que Margarita y era feliz, gracias papá por apellidarte Rojas y no Cañizares, por ejemplo, ja, ja, ja- me despreciara cuando pasó lo del penalti.

Cayetana era una chica cetrina, de piel olivácea, larga melena morena que llevaba recogida en una coleta y rara vez se la dejaba suelta. También era una de las estrellas del equipo de balonmano. En el último partido que disputamos contra primero de BUP A, a Cayetana le había hecho un penalti. Había decidido tirar ella a puerta la pena máxima. Falló.

Cayetana cayó en una barrena de culpabilidad y tristeza abisales. Iba preguntando por la ruta del Burro a Yolanda, María Ángeles, Natalia, si la perdonaban por haber fallado el penalti.

-¿Me perdonáis?

Las chicas la miraban y alguna guardó un ominoso y acusador silencio como si ese puto partido fuese más importante que la cura contra el cáncer. Venga, hombre.

Cayetana me dio pena y rompí el silencio.

-No pasa nada.

Ella se volvió hacia mí, furiosa y rápida.

-Tú no me importas.

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Málaga 82. Enamorada de la jugadora de balonmano

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año.

Capítulo 13

Margarita era una jugadora de balonmano fantástica. Se movía con agilidad por el campo, se elevaba en el aire, y suspendida en un momento de gracia infinita, tiraba a puerta. Gol. Gol. Y más Gol. Era la Messi del balonmano en el León XIII. Además era una jugadora fuerte, que se fajaba en las situaciones más complicadas del juego. No rehuía el contacto. Margarita se fajaba con las jugadoras más duras, sin ningún miedo. Yo la miraba con una baba fascinada cayéndome por la barbilla. Era maravillosa. Mi corazón me dolía nada más verla porque su mera presencia cambiaba la calidad del ambiente.

Para jugar, Margarita se recogía su preciosa melena rizada en una coleta y corría arriba y abajo por la cancha de cemento granuloso color granate y verde oliva.

Al colegio León XIII, al principio, la obra del polideportivo le había salido mal, había intentado abaratar costes y en el solado se habían abierto unas inmensas grietas. Antonio aka El jardinero siniestro, con ayuda de unos obreros, habían levantado los grandes bloques reventados y los habían tirado al barranco que daba al monte, una cuesta terrosa café con leche muy empinaba que desembocaba a una ladera seca salpicada de jaramago, cardos borriqueros y olivos centenarios. En 1982 no existía el concepto de reciclaje o puntos limpios. La gente hacía lo que le daba la gana.

Cuando salíamos a correr a campo a través-la única actividad de gimnasia que me molaba, saltar al potro, al plinto, al caballo me contraía el estómago de nervios y me daba ganas de potar, en el balonmano era una inútil con patas, cero coordinación y cero recepción de pelota, lo de dar pases adelantados para que la otra jugadora no interrumpiese su carrera se me daba como el culo, yo daba el paso atrasado y ella perdía la pelota y llegó un momento en la que las otras jugadoras dejaron de pasarme la pelota, y yo me sentía una desazón cósmica, una rabia ante el vacío existencial y mi propio fracaso-me gustaba seguir a Margarita y desgajarnos del grupo, adelantándonos camino del colegio de Las Esclavas. Me daba la sensación de que corríamos solas, lejos de la manada, Llegábamos al pretil del patio jadeantes, exhaustas, con los pies cansados por el cansancio, y nos mirábamos y nos sonreíamos. El resto ´del tiempo se resumía en una panoplia de momentos aburridos y sórdidos en el León XIII, hastío y controles sorpresa y estudiar el Bienio liberal, la década ominosa con el gilipollas de Fernando VII.

Me jodió, que Cayetana, una de las jugadoras estrellas del nuestro equipo de balonmano -jugábamos la clase A contra la B, yo por mi apellido, Rojas, siempre caía en el saco de la clase B, me daba igual porque me habían sentado en la misma mesa que Margarita y era feliz, gracias papá por apellidarte Rojas y no Cañizares, por ejemplo, ja, ja, ja- me despreciara cuando pasó lo del penalti.

Cayetana era una chica cetrina, de piel olivácea, larga melena morena que llevaba recogida en una coleta y rara vez se la dejaba suelta. También era una de las estrellas del equipo de balonmano. En el último partido que disputamos contra primero de BUP A, a Cayetana le había hecho un penalti. Había decidido tirar ella a puerta la pena máxima. Falló.

Cayetana cayó en una barrena de culpabilidad y tristeza abisales. Iba preguntando por la ruta del Burro a Yolanda, María Ángeles, Natalia, si la perdonaban por haber fallado el penalti.

-¿Me perdonáis?

Las chicas la miraban y alguna guardó un ominoso y acusador silencio como si ese puto partido fuese más importante que la cura contra el cáncer. Venga, hombre.

Cayetana me dio pena y rompí el silencio.

-No pasa nada.

Ella se volvió hacia mí, furiosa y rápida.

-Tú no me importas.

Me quedé helada.

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Enamorada de la jugadora de balonmano

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Nuria Verde

Nací en Madrid, en 1971. Soy licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense. Trabajo como periodista en Televisión Española. También he trabajado como guionista en diferentes series de televisión (Cuatro, Canal +, Telecinco). Asimismo, soy autora del libro Cómo crear una serie de televisión (T&B Editores, 2007) y de la novela El verdadero tercer hombre (Ediciones del Viento).

En 2010 dirigí un corto, Terapia, que fue nominado a los Premios Goya.