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Málaga 82. Capítulo 60

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 60

Margarita conduce hacia la cima de una colina con su Vespino. Yo voy de paquete detrás, temblando de emoción, hecha un flan de excitación y nervios. El paisaje es impresionante: el cielo, la montaña, el mar bañados por la luz dorada de Málaga que es pura belleza. La naturaleza posee una hermosura honda y azul. Se me pone los pelos como escarpias. 

Al fondo, avizoro la plaza, el Mediterráneo con su latido azul y profundo. A la derecha, unas montañas cárdenas se recortan como un circo que nos protege de miradas indiscretas. 

Un sensación de bienestar me recorre de la cabeza a los pies.  

Me siento tan viva. La exaltación me acompaña durante todo el camino a Maro.

Nuria, con amigas.

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«Málaga 82». Capítulo 45

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 45

Margarita y yo caminamos por el Paseo de Reding, bordeamos el cementerio inglés, el restaurante Adolfo, los edificios amarillos de los militares, la tienda de regalos La azalea, donde Mónica y yo le hemos comprado meses un collar de regalo a Virginia, la lideresa guapa y lista de la clase que viene de Barcelona, lo que le da mucho caché en la remota y estancada Málaga de los años 80.
Mónica solía llevar unos pantalones Bermuda anchos y demasiado grandes, que se nota de aquí a Lima, ya vé, que son de su madre. Virginia, que es muy abeja reina, le da al pico diciendo que, cuando Mónica se pone ropa de su madre, le queda como un tiro de mierda. Virginia era mi amiga pero, a la vez, me da mucho susto porque sí critica así a Mónica que es más amiga que yo, cómo me pondrá a mí.
Hace tres meses, a la nefanda hora de comer en el apestoso comedor de León XIII, María Ángeles me soltó que Virginia sólo me aceptaba como amiga y salía conmigo porque yo era amiga de Mónica. Aunque yo no la creí porque María Ángeles era un bicho de primera categoría, marca mayor.
Sin embargo, un mes más tarde, cuando Virginia y yo volvíamos del retiro de silencio en los montes de Antequera, con el cura Vicente, que nos daba religión en el León XIII y al que le gustaba frotarse los huevos contra el pico del pupitre mientras nos miraba fijo y nos hablaba quedamente, le dije Virginia que María Ángeles contaba ese cuento pero que yo no me tragaba la bola. Pero, de repente, Virginia se quedó más que callada que una zorra, azorada como una palomita. Enrojeció como una amapola.
Se hizo un silencio cuajado de significado. Y como si me peor enemiga me hubiera tirado un pedrazo en la frente, me di cuenta, con infinito horror, que lo que contaba María Ángeles, por muy puta que fuera, era una verdad como una catedral.
Vaya putada.
Un aimportante verdad de la vida se me reveló mientras andábamos Virginia y yo, en sepulcral silencio, por el Paseo de Sancha. Me sentí violenta y temblorosa como si alguien me hubiese arrebatado la inocencia de pronto, con una cruel bofetada en plena cara.
Zasca.
Qué mal, vieja.
Ese momento fue uno de los más tristes descubrimientos de mi adolescencia. 

Pero ahora ya da igual porque Mónica se ha ido a Madrid y Virginia a Barcelona, y yo me he quedado sin amigas.
Ahora estoy con Margarita y el tiempo y el espacio se han congelado, atrapados en una pegajosa y gigantesca bola de ámbar.

-¿Qué quieres ser de mayor?

-Escritora.

-¿Por qué?

-Porque para mí no hay nada más. Pero tengo que ganarme la vida. Mi madre dice que soy una irresponsable.

-Qué maja tu madre.

-Pero no estoy segura. Estoy hecha un lío. Qué mierda de edad prohibida. 
-Ya vé
-Como el libro que nos mandó Amelia.

-Yo no lo leí. 

-¿Y eso?
-No, sé. Yo creo que soy tonta. 
-Para nada. 
-Se me juntan las letras y es un lío, se me apelotonan como patas de mosca.
Se me estremeció el corazón. Me quedé horrorizada.

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«Málaga 82». Capítulo 40

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 40

-Estás en mi clase de mates. 

-De Literatura. 

-Me das fatiga-dijo María Ángeles señalándome con el dedo índice como si me hubiera condenado a muerte. Pelo cardado, jersey amarras rosa y pantalones blancos Benetton. 

-A ti todo el mundo te da fatiga-dijo Paco Pepe. 

¿Por qué Margarita se quedaba callada?¿Por qué no me defendía? Me sentí súper decepcionada. No, eso no estaba bien. Nada bien.  La herida picaba coomo si me hubieran echado una tonelada de sal. 

-Cuñá, ¿qué hace esta pamplinas aquí?

Nuevo silencio. 

-Chicas, pelearos y hacemos un trío. 

Que tío más repugnante. 

María Ángeles todavía enroscada como una cobra en plan vampiresa a Paco Pepe se rió más falsa que nada. 

-Ja, ja, ja. 

-Ja, ja, ja. 

Yo los mire como si me hubiesen metido un palo en el culo. Era incapaz de sonreir. Aunque tampoco era capaz de marcharme de aquella playa.  

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«Málaga 82». Capítulo 39

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 39

Al verme mientras besaba a Paco Pepe, la estrella de balonmano del colegio, María Ángeles puso cara de acabar de ver a E.T. descendido de su nave espacial a la playa de la Malagueta. 

Nos miramos con un duelo alucinado de tensión interna remota y estancada en el tiepo. 

Que pesadilla. 

La miré. Enrojecí. Y el puto libro bajo el brazo. 

-Tenemos a una nueva invitada. 

-¿Quién es la que viene contigo a este percal?-preguntó María Ángeles

-Una amiga-respondió Margarita.  

Vi que estaban las super guays pijas del León XIII, mis némesis, en la moraga. Coño, coño. 

Qué cagada, pensé. Y me sentí fatal. Fuera de lugar en frente a esa hoguera y la rejilla de la barbacoa. Todo el mundo bebía cerveza y sangría. 

Miré a la payasa con cara de orgullo, con una tensión interna que me moría, como una comadreja acorralada. 

-Sara. Maria Ángeles. 

-Es un placer-dijo como si acabara de oler mierda. 

-Igualmente-dije más falsa que un duro sevillano. 

En menudo changuay me había metido yo solita. ¿Quién me manda meterme en esos líos? Era gilipollas. 

Me sentí muy ridícula con el libro de «Crimen y castigo» bajo el brazo. Eso quedaba cero guay. 

Mierda. Tierra trágame. 

No tenía que haber venido. A buenas horas, mangas verdes. 

Eeinstein. ¿Que te esperaba? Una escena romántica como en las películas teen románticas de John Hugues. Pues sí. 

Yo idealizaba demasiado a quien estaba enamorada. Y luego me pegaba la hostia. 

-Venacapacá y tómate un copazo en copa de baloncesto. 

-No. 

-Qué ñoña, vieja-dijo y añadió:   

-Es mi última moraga en esa mierda de colegio. Y para lo que me queda en el convento me cago dentro. 

María Ángeles era border line. Y tenía la gracia por donde amargan las avispas. 

¿Cómo iba a salir yo de esa encerrona? 

-¿Qué llevas bajo el brazo?

-Nada. 

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«Málaga 82». Capítulo 26

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 26

Ahora treinta y cinco años después recuerdo a mi primer amor, Margarita, y escribo en mi cuaderno de notas de la Spain Film Commission que me ha regalado G.: narrar con humor y con ternura los conflictos de una adolescente muy tímida que tiene ataques de angustia y no puede hablar en público, que no sólo no logra integrarse en su nuevo instituto sino que es atacada y víctima de bromas pesadas al saberse que es lesbiana y está enamorada de  Margarita, una compañera, que niega ese amor. Ella al principio participa en las bromas hasta que empieza a sentir algo por la protagonista.

No se si llegaré a buen puerto con esta novela. Pero me evade del aburrimiento-tedio-frustración del mediodía de la vida, cuando me ronda, salaz y astuto, el diablo meridiano. 

Tomo más notas con el bolígrafo Shaffer que me dejó en herencia mi padre muerto. Dorado y de frío y agradable tacto, corre la tinta sobre aas páginas de unos cuadernos que me chiflan. 

Ah, el stajanovista trabajo en un programa feminista en Torrespaña, «Las gafas moradas», no me ha drenado toda la energía. Estoy exhausta pero feliz mientras escribo «Primer amor». 

Aún no me he desengañado del mágico juego de la escritura, aún no está la batalla perdida, aún tengo ilusiones y tormentas furiosas repicando en mis venas.   

Gracias a Dios. 

Escribir es una gracia, un don, pero, para mí, tiene mucho de traabajo. Recortar, revisar, pensar, captar esa idea aquí y allá, a ratos perdidos, mientras lo mejor de la cabeza se lo lleva el útil-inútil periodismo que practico en Televisión Española. 

Ah, Margarita. Quería vivir en una casa en una montaña contigo a solas y darlo todo por ti como el teniente Glahn en «Pan» de Knut Hamsum. Yo no me disparé al pie, pero me llevé por delante una violación por defenderte. Y ya no pude volver a verte nunca más porque no me soportaba a mí misma ni aquella noche de alcohol, furia e idiotas.   

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«Málaga 82». Capítulo 16

Sinopsis

Málaga 82Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas de BUP en la “insignificante” ciudad de Málaga hace cuatro décadas. Margarita es extrovertida, popular y ha estado con innumerables chicos, pero encuentra su vida exasperantemente aburrida. Sara, por el contrario, es tímida y no ha conseguido tener ninguna relación desde que se mudó con su familia a Málaga hace un año. 

Capítulo 16

De repente, todo cambió entre Margarita y yo. Estábamos en clase, y ella vino, y me cogió la mano. Yo temblé como una hoja. El corazón se me encogió. Me derretí cuando Margarita extendió la mano y me cogió la mía derramando ternura.

-Perdóname sé que he sido una gilipollas.

-Una súper gilipollas.

-¿Me perdonas?

Margarita tiene un complejo de culpa interiorizado. ¡Bien por su madre! Ha hecho bien su trabajo.

No quería que fuera tan fácil. El dolor aún dolía. Latía como una espina clavada en el pecho. Mi corazón aún sangraba por la herida.

Guardé silenció. Tenía un orgullo que me lo pisaba.

-Mientras te lo piensas, ¿me ayudas?

-Sí-dije. Siempre ayudaba a una chica guapa. No hay nada que no pudiera hacer por una chica guapa.

Margarita me miró con sus ojos color coñac y yo me derretí. Sólo quedó de mí una espuma de ternura.

-¿Tienes una compresa? Me ha venido la regla.

Eso no me lo esperaba. Hostia puta.

-Qué putada.

-¿Tienes?

-No. Pero te la puedo conseguir. No te preocupes. Tranquila.

-Creo que me he manchado los Levi’s-dijo Margarita encogiéndose en un gesto de vergüenza.

-Ve al baño. Espérame allí.

-Gracias. No se lo que haría sin ti.

-Oh, sobrevivirías-dije con el tono más sarcástico que pude, el tono que salvaguardaba mi orgullo.

Tras dejar a Margarita encerrada en el baño, corrí escaleras abajo a toda velocidad mientras una bandada de chicos sudorosos embutidos en el chándal infecto del colegio, color negro y amarillo fosforito, los abejorros, nos llamaban los chicos de los Maristas, y las chicas de las Esclavas de María, subían hacia sus respectivas clases. Corrí por el pasillo mientras el corazón me latía a mil por hora en la base de la garganta. Tenía qué ayudar a Margarita. Era mi oportunidad. No la cagues, Sara.

Virginia siempre llevaba compresas. Era una lista calista. Y la compresa no me saldría gratis. Pero podría traficar con mi inteligencia. O eso esperaba.

¿Dónde estaba Virginia?

Busqué en el polideportivo. Pero no la encontré. Ya no se quedaba estudiando en clase durante el recreo. Ahora era una malota de pacotilla pero malota. De repente, una bombilla se me encendió en la cabeza. ¡Virginia estaba fumando en la fuente con otras malotas! Elemental querido Watson.

Salté la montaña de mochilas que había junto a la piscina vacía y encalada, con una grieta que atravesaba la parte sur del solado, al lado se remansaba un charco de agua pútrida desde hace siglos sin que nadie hiciera nada, y menos que nadie Antonio el jardinero, no me extraña que Estrella soñase con que Don José fuera su padre.

La gente comía medios bocatas de sobrasada y manteca colorá, salchichón y chorizo, jamón serrano y queso de pie frente a la cafetería mientras la chicharrina del sol de mayó caía a plomo desde un cielo azul sin nubes.

Me dirigí a la fuente al callejón umbrío que conducía al campo de fútbol y a la fuente, donde nos refrescábamos tras dar veinte vueltas al campo corriendo, envueltos en una polvareda infernal, en las clases de gimnasia del Sopas. Un humareda blanca como un hongo atómico cubría las cabezas de varias chicas adolescentes que fumaban como carreteras como si el mundo se fuera a acabar en el segundo siguiente.

Divisé a Virginia con sus rasgos patricios y su media melena de emperatriz romana. Me acerqué a  ella. Todas me miraron con una mezcla de desdén e indiferencia porque yo no pertenecía al club de las malotas.

La muy pindonga de Virginia me vio perfectamente pero pasó de mí. 

-Hola.

-Aparta.

-¿Por qué?-pregunté poniéndoselo a huevo.

-La carne de burro no es transparente.

-Ja, ja, ja. ¿Cómo estás?

-¿Preguntas o afirmas?

-¿Me haces un favor?

-No

¿Tienes una compresa? Te lo compensaré.

-¿Con qué Rojas? No tienes nada que me interese.

Qué chulita. Que diferencia de cuando estudiábamos juntas para el examen de Historia y nos ayudábamos mutuamente a pasarnos la lección. Chica cruel. Ahora pasa de mí como de la mierda.

Pero arrieritos somos y en el camino nos encontraremos.

La imagen de Margarita desangrándose en el baño me espoleó a atacar a Virginia.

-Te hago el trabajo de «Crimen y Castigo» de Dostoievski.

-No sé.

-Saco sobresaliente en Literatura.

Pero menos currado el tuyo que el mío.

-Hecho.

Virginia se cogió el cigarro con la mano izquierda, exhalo una nube de humo blanco y se descolgó la mochila y la abrió y extrajo una compresa que más bien parecía un pañal, pero así eran las compresas en los años 80. La cogí y corrí como si mis piernas fueran viento.

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